Pasar la Navidad lejos de casa
En la antigua Ceilán, Sri Lanka, se puede disfrutar de una cultura ancestral construida por un mosaico de etnias y de un lujo, tal vez decadente, pero que unidos sirven para huir de unas fiestas no siempre deseadas y del frío invernal de este hemisferio. Es un pequeño país, con poco más de 65.000 kilómetros cuadrados, pero que ha tenido un poderoso peso en la cultura imaginaria occidental, con su historia cargada de conquistadores, piratas y de ingleses bebiendo té y jugando en campos de cricket.
Esta isla, por la que han luchado desde portugueses y holandeses hasta cingaleses y tamiles, ofrece a sus visitantes muchos atractivos y algunas trampas, a veces unidas al deseo de adquirir antigüedades o piedras preciosas que no siempre son tales. Y a esta turbulenta isla (en lo que a tiempo se refiere) es mejor acudir a partir de enero, cuando el clima toma su mejor matiz tropical, con pequeños monzones y sólo ocasionales; el gran monzón ataca de noviembre a enero y entre mayo a julio en la costa suroeste.
Sri Lanka, una nación en la que se puede convivir con elefantes a la vez que disfrutar de bellas playas, monumentos arqueológicos y de cientos de bazares, es también bastante asequible cuando se sale de los circuitos de los establecimientos de lujo. Y en Colombo, su capital, ciudad caótica como tantas de ese continente, cuenta con bellos barrios residenciales y la posibilidad, como en otras localidades del país, de contemplar el colorido de los mercados de especias, una de las claves históricas de la lucha por la isla.
Para este fin de año, la agencia de viajes Nuba prepara un viaje de 12 días a ese país por un precio de unos 2.100 euros por persona.
Llegar desde España hasta el mismo corazón de la Amazonia cuesta ahora menos de 18 horas y, con una buena oferta, en torno a 1.000 euros. La ruta es directa vía Perú; con Iberia desde Madrid a Lima, 11 horas de viaje, y con Aerocontinente hasta Puerto Maldonado, en un salto de hora y media. Esta diminuta población cerca de la frontera con Bolivia es ribereña del río Madre de Dios, un afluente del Amazonas con todos los atributos del gran coloso fluvial, por el que hay que navegar durante una hora en inestables embarcaciones alargadas, propulsadas con potentes motores, hasta alcanzar las instalaciones de la reserva amazónica.
El hotel Tambopata está compuesto por una treintena de cabañas de madera y hojas de palmera, donde el mosquitero de las camas y el repelente son tan imprescindibles como los quinqués de queroseno. Guías experimentados acompañan al visitante en excursiones a pie para que conozca los inquietantes sonidos de la selva y descubra en directo insectos, como tarántulas, o animales, como monos o caimanes. Pero el plato fuerte son las excursiones en canoa por los afluentes del Madre de Dios.
Los cursos de aguas bravas se remontan con la pericia de los guías y el uso de unos curiosos fuerabordas cuya hélice se encuentra en el extremo de una barra a varios metros de distancia del motor. Este artilugio permite superar los rápidos del río y sortear toda clase de troncos que entorpecen la marcha. Por la noche, junto al inevitable trago de pisco sour, se degusta un curioso pescado asado a la brasa en el interior de una caña de bambú.
En otro extremo del mundo, en Laponia, uno de los mayores atractivos es la sugestiva vitalidad que emana la fría noche ártica. En esta región (que se extiende entre Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia) se puede gozar de las travesías con raquetas por la nevada tundra y de la contemplación de ríos helados y de bosques boreales.
Además no todo es inclemencia. En el país de los sami (nombre de la población indígena) se ofrecen confortables cabañas de madera con sauna y trayectos en trineos arrastrados por perros. En uno de los viajes para esa zona en esta época del año, el que organiza Catai, se puede pasar la noche en un iglú de cristal desde el que disfrutar de los incontables fenómenos atmosféricos. Y si opta por la Laponia finlandesa, pude ver la salida del tour de Santa Claus. El precio ronda los 1.500 euros.
Bazaruto, la luz de los Mares del Sur
Los Mares del Sur ofrecen escondites incomparables para huir del torbellino navideño. Bazaruto, Benguera, Magaruque y Santa Carolina, las cuatro islas que componen el archipiélago de Bazaruto, frente a la costa de Mozambique, reúnen todas las condiciones que se pueden exigir a un paraíso recóndito y apenas explorado. Vistas desde el aire durante la marea baja, apenas son cuatro pequeñas corazas verdes rodeadas de impresionantes arenales que multiplican su tamaño. Pero cuando el mar crece y cubre las playas se convierten en un incomparable espectáculo colorista en el que mar y arena dibujan auténticos lienzos en todas las tonalidades del turquesa. El archipiélago tiene 180 tipos diferentes de pájaros, es un paraíso para los aficionados al buceo y en sus costas se práctica la peligrosísima pesca del tiburón blanco. Las Líneas Aéreas de Mozambique y la portuguesa TAP mantienen conexiones entre Lisboa y Maputo. Desde la capital de Mozambique hay que viajar hasta Beira y de allí se organizan vuelos hasta Bazaruto.