Proteccionismo y crecimiento
Entre las buenas noticias que deja el primer lunes de diciembre, día de máximos en índices bursátiles y divisas, está la eliminación de las barreras comerciales impuestas por Estados Unidos a productos de la industria siderometalúrgica de otros países. Las amenazas de represalias comerciales por parte de Europa y Japón, avaladas por la Organización Mundial del Comercio, han surtido efecto ante una política comercial que, más que estar a favor del mercado en un sentido amplio -como se publicita- estaba a favor de intereses muy concretos.
El riesgo de una guerra comercial es un asunto baladí en la operativa bursátil intradiaria caracterizada por las compraventas compulsivas y la alergia a cualquier argumento que conlleve reflexionar durante más de un milisegundo. Pero no lo es, ni mucho menos, a ojos de un estratega de medio plazo. Las numerosas dudas que penden sobre las economías hacen imposible que, sin el tirón del comercio, se pueda plantear siquiera una consolidación de la recuperación económica.
¿En qué basan los analistas las perspectivas de un buen 2004? En el tirón que pueden ejercer economías como la estadounidense o la china sobre Europa, Japón u otras áreas donde la demanda interna aún no es capaz de alimentar el sistema. ¿Dónde ganan dinero las empresas del Standard & Poor's 500? Sobre todo, fuera de Estados Unidos.
No es que las tarifas del acero fuesen a secar de un día para otro el tráfico de contenedores. Pero los agentes económicos basan sus decisiones en expectativas racionales. Si un exportador de zapatos italiano ve riesgo de que le cierren el mercado de Estados Unidos no va a invertir con el mismo ánimo que si existe un marco comercial seguro.
Las guerras comerciales, además, están caracterizadas por la aleatoriedad de las represalias. Europa puede contrarrestar las tarifas del acero con aranceles a la cerveza. Es una guerra, y en una guerra se trata de hacer daño al enemigo. Si no sabe dónde será golpeado las bajas serán mayores. Por eso, en un contexto como el actual, un conflicto en estos términos no habría, probablemente, provocado un crash en los mercados.
Pero, con la misma probabilidad, habría enfriado sustancialmente una recuperación que se basa no en cifras macroeconómicas o expectativas de los analistas, sino en decisiones como la del exportador de zapatos italiano.
Los empresarios del sector en EE UU consideran que se perderán 50.000 empleos por el levantamiento de las tarifas. Pero posiblemente se hubiesen dejado de crear más por el mantenimiento de éstas.