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Cinco Sentidos

El adiós del Montalbán más mordaz

Irreverente como siempre, ácido como nunca, Manuel Vázquez Montalbán retrata y fustiga a José María Aznar en su obra póstuma, La aznaridad. Por el imperio hacia Dios o por Dios hacia el imperio, editada por Mondadori unas semanas después de la muerte del autor, el 18 de octubre en Bangkok.

'Mis retinas empezaron a formarse en 1939, en el vientre de mi madre, en plena retirada de los republicanos, mi padre entre ellos'. Vázquez Montalbán no oculta su punto de partida ante de dibujar el perfil del hombre que ha presidido el Gobierno desde 1996. Lo describe como una persona que se construyó un imaginario de sí mismo fundamentado en la sobriedad y la pulcritud. 'Desde el comienzo se vio que (...) gastaba la misma sonrisa en los bautizos que en los entierros', escribe. 'Le encanta demostrar que no tiene carisma y que sin embargo es el que manda'.

Los orígenes del líder del PP son 'más joseantonianos que franquistas', según el escritor barcelonés. 'Desde su adolescencia, Aznar vive la nacionalcatólica angustia del patriota insuficiente'. Esa aflicción explicaría muchas de sus ideas posteriores, desde la estrategia de 'desmesurar el problema vasco' hasta su admiración por los EE UU de Bush. De ahí vienen también las 'maneras de caudillo' exhibidas cuando, con mayoría absoluta, un PP 'envalentonado' abandona lo políticamente correcto.

Sobre la sucesión, Montalbán sostiene que Aznar prefería a Ángel Acebes, pero cedió ante su entorno al designar a Mariano Rajoy. De éste, un vaticinio: 'Afortunadamente, Juan Carlos se desató de Franco en cuanto pudo y es posible que Rajoy haga lo mismo'. En ese caso faltará Vázquez Montalbán para contarlo.

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