Melbourne, fiebre del oro
El Estado de Victoria, cuya capital es Melbourne, es tan grande como media España, y eso que es el más pequeño de la isla-continente. Cuando en 1834 llegaron los blancos a esos inmensos territorios, vivían en ellos unos 4.000 aborígenes, los semisedentarios kooríes; al cabo de cuarenta años no quedaban ni doscientos. La culpa la tuvo, en buena parte, la fiebre del oro: en 1851 se encontraron varias vetas en el centro del Estado. Y acudieron buscadores de fortuna de todas partes del mundo; se extrajo más oro en Victoria que cuando la fiebre atacó a California en 1849. Pero los blancos no aceptaban los códigos indígenas, que eran continua fuente de fricción; según escribió Mark Twain en su Viaje alrededor del mundo, los colonos decidieron que 'tales engendros no merecían otra medicina que el genocidio'.
A un tal John Batman le gustó el río Yarra, profundo y ancho en su desembocadura en la bahía de Port Philip, y decidió en 1835 crear allí un asentamiento, que llamó Batmania. El primer censo, al año siguiente, contabilizaba 145 varones y 35 mujeres. Cuando se descubrió el oro, aquel poblado creció como un suflé y pasó a llamarse Melbourne. En 1847 ya era proclamada oficialmente ciudad, y Robert Hoodle la diseñó con gran visión urbanística, trazando amplias avenidas a escuadra.
La afluencia de abundante dinero hizo brotar en aquellos días lujosos edificios al estilo colonial norteamericano, incluso algunas extravagancias neogóticas. Hacia finales del XIX, Melbourne era llamada 'el París de las antípodas' y reconocida como uno de los grandes centros financieros y culturales del mundo.
Incluso fue la capital federal entre 1901 y 1908, y desde luego ha sido durante por lo menos un siglo la capital financiera del país. El skyline actual de la ciudad hace honor a ese crecimiento vertiginoso (pasan ya de tres millones sus vecinos). Desde Williamstown, por ejemplo (donde está el Club Náutico), la maraña de rascacielos crecidos en la orilla norte del río se cierne como una cortina de cristal. Las recientes Rialto Towers están entre la docena de edificios más altos del mundo (se pueden visitar, el mejor balcón sobre la ciudad). Pero no intimida en absoluto: la afluencia de inmigrantes mediterráneos (griegos sobre todo) da a los mercados, restaurantes y comercios un colorido y calidez sorprendentes.
En esa cuadrícula al norte de la ciudad, además de esas muestras exquisitas de arquitectura neocolonial y de vanguardia, están las calles más comerciales y animadas, como Flinders, donde se encuentra la Estación Central (con una fachada de 1854). Y está también el Chinatown, que forma un reducto bullicioso, sobre todo por las noches, con restaurantes y tiendas de comida profusamente iluminados. También está allí el clasicista Parlamento, el Museo de Victoria, la antigua cárcel y otros edificios históricos. Siempre rodeados de verde: Melbourne tiene jardines y parques por todas partes, pero algunos son bosques interminables. Como el llamado Kings Domain, donde se encuentran la Government House y el Altar de la Memoria, un monumento a los caídos en la Primera Guerra Mundial, con antorcha perenne y cambios de guardia.
La llamada Southbank (orilla meridional del río) es el barrio más bohemio y divertido. En torno a la Southgate se amontonan terrazas, cafés y restaurantes, tiendas; es la entrada a la ciudad de las artes, ya que por allí se encuentran los principales centros de arte, museos, teatros y salas de conciertos. El nivel de los acontecimientos culturales, sean representaciones de ópera o exposiciones, es algo reconocido a nivel mundial.
La gastronomía también es algo muy mimado, con el apoyo de unos vinos australianos que pegan cada vez con mayor fuerza en las cartas de todo el planeta. Aunque Melbourne fue diseñada en torno al río Yarra y un poco de espaldas al mar, la zona de St. Kilda (se puede acceder fácilmente en tranvía) es, desde finales del XIX, la playa de Melbourne, un lugar de moda donde pasar el día, comer en las terrazas y ver circular patinadores urbanos al más puro estilo californiano.
Guía para el viajero
Cómo irCon Singapore Airlines (915 638 001) se puede volar desde Madrid a Melbourne, vía Singapur, las martes, jueves y sábados; el regreso, vía Singapur, es los lunes, miércoles y viernes. El precio del billete ida/ vuelta es a partir de 1.118 euros, más tasas de aeropuerto. Para moverse por Melbourne se puede utilizar la Met., red de autobuses, tranvías y trenes de cercanías. El City Circle Tram es un tranvía turístico, gratuito, con una flota de diez unidades construidas entre 1936 y 1956, que acerca a algunos de los puntos de interés de la ciudad y es en sí mismo una atracción turística.AlojamientoThe Windsor, comprado y restaurado por la cadena Oberoi, es un auténtico monumento nacional, con más de 120 años de servicio y una hermosa arquitectura victoriana; está enfrente al Parlamento y los Jardines del Tesoro. El restaurante The Windsor's conserva el ambiente de los viejos buenos tiempos, con decoración art déco (103, Spring Street, tel.: 61-3 9633 6000, entre 600 y 700 dólares australianos (360-425 euros) la doble, suites entre 800-1.600 A$. Rockman's Regency Hotel es tal vez el más famoso hotel de lujo en el centro de Melbourne, con un nuevo centro de negocios y un restaurante, Windows, que cuenta entre los de moda en la ciudad (Cnr. Exhibition & Lonsdale Streets, Tel.: 61 3 9662 3900, 450 A$ la doble, 600-1.600 A$ las suites).ComerMelbourne cuenta con muchísimos restaurantes de todo tipo: los hay internacionales y caros (como el Paul Bocuse French Restaurant, 211 Latrobe Street, Tl. 9660 6600), de pescado y marisco (Melbourne Oyster Bar & Seafood Restaurant, 209 King Street, Tl. 9670 1881), pero sobre todo hay una gran variedad de restaurantes étnicos, por las comunidades inmigrantes; en Lygon Street (Carlton) hay muchos italianos, por Swan Street (Richmond) se encuentran los griegos y libaneses, en Sydney Road están los turcos, en Little Bourke Street y otras del barrio chino, los chinos, claro; también hay alguno español, en la zona de Johnston Street, en Fitzroy.