Van deprisa pero, ¿hacia dónde?
Al 8,2%. Un dato de crecimiento que, cuando se refiere a economías del tipo de la china, suscita más escepticismo que admiración entre los analistas. En otras palabras, que no se lo creen. Cierto es que la forma en la que se calcula el PIB de Estados Unidos invita a estos datos escandalosos, pues se mide trimestralmente y se extrapola al conjunto del año. Pero, en cualquier caso, la cifra está ahí y es la más alta de los últimos 20 años. La economía va lanzada, pero nadie parece saber hacia dónde.
En realidad, sí se sabe. Se sabe que va a ir a peor, al menos en lo referente al crecimiento del PIB. No puede crecer a este ritmo, así que bajará. De hecho, la revisión de ayer (desde del 7,2% estimado inicialmente) invita a pensar en un bajón más acusado de la cuenta en el trimestre en curso.
El punto adicional ha sido aportado por el aumento en las existencias que las empresas tienen en almacén. Un aumento que hace prever para los próximos meses una reducción de estas existencias y, por tanto, aportaciones negativas al PIB. También las ventas de bienes duraderos se dispararon un 2,65%, gracias a esa suerte de cajero automático que son las operaciones de refinanciación de hipotecas. Pero no todos los trimestres van a recoger estos estímulos, y no todos los días los estadounidenses se van a comprar un automóvil.
Lo más probable es que las cifras económicas de EE UU regresen a la atmósfera dentro de tres meses para cerrar 2003 con un crecimiento de entre el 3% y el 3,5%. ¿Crisis? ¿Qué crisis?
No hace falta explicar mucho la otra cara de la moneda. Ni siquiera hace falta repasar los informes que dan cuenta de dos millones de empleos destruidos en los últimos 12 meses. La fría, o más bien inexistente, reacción de los mercados ante el dato de crecimiento en Estados Unidos refleja bien que los inversores no se quieren jugar el dinero apostando fuerte por la economía. Ni siquiera el dólar notó el dato de PIB.
La situación actual es insostenible. Una página aparte en la evolución de este extraño ciclo económico en el que la peor crisis financiera en décadas viene acompañada de crecimientos del PIB dignos de un tigre asiático. En cinco de los últimos ocho trimestres el PIB ha aumentado más del 2,5%.
Lo malo de la situación es que no hay manera de saber qué pueden querer los mercados para convencerse de que la economía está bien encaminada. Los indicadores pasados son eso, pasados, y los adelantados están distorsionados por los primeros. Paradójicamente, lo único que consolidaría el optimismo sería un alza de tipos.