Mejor charlatanes que analistas
Se hace eco el portal financiero CNN Money de una noticia cuando menos curiosa. Resulta que clientes institucionales de Merrill Lynch han cargado últimamente contra el jefe de estrategia de la firma estadounidense, Richard Bernstein, porque su visión bajista sobre los mercados en el último año no se ha correspondido con el comportamiento de éstos y porque, por su culpa, algunos no se han apuntado al carro alcista.
De todos es sabido que, cuando hay dinero de por medio, la memoria del humano se asemeja a la del pez. Esto es, que transcurridos unos segundos no nos acordamos de nada. Es de esperar, en consecuencia, que, cuando se inicie un nuevo mercado alcista entendido en un sentido amplio -es decir, varios años consecutivos de ganancias, como en la segunda mitad de los noventa-, el inversor se olvidase de las buenas prácticas y volviese la manga ancha que tanto daño ha hecho a la confianza del inversor en los últimos años.
Pero ni eso. Parece que seis meses de alzas son suficientes para que el mercado se olvide de los fundamentos y pida charlatanes que, como Henry Blodget y otros afamados gurús de la burbuja, se limiten a jalear un día tras otro las subidas de los mercados.
Queremos saber si nuestro coche funciona, pero lo mejor no es llamar a un mecánico. Es preferible pedir consejo a un vendedor de coches usados que cobra a comisión. El diagnóstico, desde luego, será mucho mejor. Tendrá, probablemente, menos que ver con el estado real del coche. Pero ¿a quién le importa? Lo único que hay que hacer, en esta situación, es convencer a alguien de que compre nuestro viejo auto. Conseguido esto, da igual.
Pese a la aberración aparente que se encierra en estos planteamientos, no son nada extraños y, de hecho, en el mercado abundan más los vendedores que los mecánicos. Es algo normal, dado que vender da dinero y analizar la economía no. Ahora bien, el hecho de que los primeros interesados en tener información fiable la desprecien invita al pesimismo sobre las posibilidades de que los mercados puedan gozar de un análisis independiente.
La segunda derivada de este tipo de noticias sería de lectura igualmente negativa. Si el mercado no quiere oír malas noticias, probablemente signifique que el sentimiento de mercado roza niveles de exceso de optimismo. A corto plazo, sí se aprecia un cierto agotamiento del recorrido y algunos expertos -como Bernstein- señalan que la aversión al riesgo ha caído demasiado. No obstante, en las sesiones mal encaradas también falta pulso vendedor. Pronto para sacar conclusiones.