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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La progresividad fiscal del PP

El candidato del Partido Popular a las elecciones generales, Mariano Rajoy, prometió ayer bajar el impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF) en todos y cada uno de sus tramos. Algo que está en plena consonancia con la política fiscal aplicada hasta ahora por los Gobiernos del PP, consistente en ir reduciendo los impuestos directos para poner más dinero en el bolsillo de los ciudadanos e impulsar el consumo, con el consiguiente aumento de ingresos fiscales vía impuestos indirectos. El ciudadano termina pagando lo mismo (o más), pero el impuesto duele menos.

El Estado ingresa ya más dinero por impuestos al consumo que por IRPF, y las dos últimas reformas seguramente han convertido esta estructura de ingresos en permanente. La tesis del PP es que la progresividad fiscal debe aplicarse sobre el consumo y no sobre los ingresos. Una política 'de la oferta' apoyada tradicionalmente por políticos conservadores, pero que cada día tiene más adeptos en las filas socialdemócratas.

El problema de la teoría de la oferta es que, si no se combina con un rigor exhaustivo en materia de gasto público, aboca a desastres como el de la era Reagan, cuando EE UU casi triplicó su deuda al combinar masivas bajadas de impuestos con aumentos considerables del gasto. Una senda que George Bush hijo parece decidido a repetir.

Quien no parece tener claro que la bajada de impuestos sea la mejor fórmula fiscal es el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, que acaba de anunciar un aumento medio del 26,2% en los gravámenes municipales. Además, piensa elevar un 35% el endeudamiento. El objetivo: impulsar las inversiones. Al más puro estilo Roosevelt.

Rajoy asegura que la política del Gobierno popular y la del alcalde madrileño son 'conciliables'. Pero el vicepresidente Rodrigo Rato ha pedido 'explicaciones' y el candidato del PP a la Generalitat, Josep Piqué, dice que le resulta 'difícil' entender las razones de Ruiz-Gallardón. Una diferencia de opiniones que traerá cola.

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