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Columna
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El precio y el coste

Ayer se anunció una propuesta de directiva, es decir, de normativa obligatoria para todos los Estados miembros, consistente en eliminar las discriminaciones entre mujeres y hombres también fuera del trabajo. O sea en todos los ámbitos de la vida social. Consistente, por tanto, en asimilar los precios que se reclaman a la mujer y al hombre en el seguro de jubilación. La presentación de la propuesta a la prensa de la llamada propuesta de directiva para aplicar el principio de tratamiento igualitario entre hombres y mujeres en el acceso al mercado de bienes y servicios es de lo más vaga y falta de concreción. Lo que hace pensar que se está proponiendo a ver qué pasa, si hay opiniones favorables o desfavorables, en el más puro estilo político de no saber exactamente de qué se quiere, pero veamos qué pasa.

En el fondo de la cuestión subyace una realidad social incontestable: las mujeres viven más años que los hombres, en torno a cinco años más de media. Esto se traduce en que dentro de un marco de seguro privado, es decir de establecimiento puramente voluntario entre las partes, se trata de universos discriminables estadísticamente, lo que significa que una mujer por vivir más años de media tendrá, en un seguro de pensión vitalicia, más ingresos que un hombre (si la renta es la misma y se percibe más tiempo, habrá que pagar más dinero que si es un hombre), por lo que la prima deberá ser mayor que la de un hombre.

Recíprocamente, pasa lo contrario si estamos pensando en un seguro de vida de capital, que a la muerte del asegurado la compañía satisface una cantidad fija. Porque la prima habrá que pagarla durante más tiempo, lo que conlleva el que pueda ser inferior al caso del hombre.

El proyecto de directiva para tratamiento igualitario de hombres y mujeres se propone a ver qué pasa

Dentro del sistema público y obligatorio de pensiones esta cuestión no ofrece mayores problemas, se pueden asimilar ambos colectivos -hombres y mujeres- y dar una media de aportaciones para tener una pensión igual con contribuciones iguales. Pero si el sistema es voluntario la cosa cambia radicalmente. Precisamente por ser discriminable el ámbito de aplicación.

La propuesta de directiva quiere, pretende, acabar con esta supuesta discriminación de precios en el seguro de renta vitalicia entre hombres y mujeres, por razón de vivir, hoy por hoy estadísticamente, más las unas que los otros. Sin embargo no piensa en el seguro de vida de capital, en que la prima exigible a un hombre es mayor que la que corresponde a una mujer.

Cuando se quieren poner puertas al campo, en asuntos puramente matemáticos, se traduce en la anulación de los sistemas financieros vigentes y el invento de otros, que reproducirán la pura realidad actuarial (para el que no lo sepa, y siguiendo a la Real Academia: Perteneciente o relativo al actuario de seguros o a sus funciones, siendo el actuario de seguros la persona versada en los cálculos matemáticos y en los conocimientos estadísticos, jurídicos y financieros concernientes a los seguros y a su régimen, la cual asesora a las entidades aseguradoras y sirve como perito en las operaciones de éstas). De aquí que la pretensión de asimilación de regímenes por imperativo de la ley sólo puede conducir, si el establecimiento es voluntario, a la creación de otros productos financieros que recojan la miserable y real situación de la sociedad.

La presentación en sociedad de la propuesta de directiva recoge unos deseos -¿por qué?- de que la situación de la mujer, en cuanto a longevidad comparativa con el hombre, se corresponde con un hecho que cambiará en el futuro, previendo, sin ningún fundamento, que tenderá a acercarse la edad media de vida de unos y otros. Creo firmemente, intuitivamente aparte del convencimiento estadístico, que el sexo femenino está hecho de mejor pasta que el masculino, y la situación de mayor vida que el hombre -sin perjuicio del mayor aburrimiento que pueda entrañar esa soledad- lleva aparejadas consecuencias irremediables, enmarcadas en el 2+2.

Ocurre algo similar en el seguro de accidentes de autos -en la jerga del seguro, coches entre los demás-. Dado que la siniestralidad es mayor en los jóvenes y menor en las mujeres, las primas son mayores para unos y menores para otras.

Al fin y al cabo me gustaría traer a colación el caso del testamento de Pacicos -ejemplo precioso de testamento ológrafo, redactado de puño y letra de su autor sin intervención de notario- que decía y consideró válido el Tribunal Supremo: 'Todo lo mío es tuyo'. Que al fin salva la biología y la desigualdad.

Abogado del Estado

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