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Cinco Sentidos

Cómo abordar una depresión infantil

Afrontar una depresión infantil asusta. Muchas son las dudas, todas razonables, que pueden surgir no sólo a la hora de optar por un tratamiento, sino también para entender su génesis. ¿Psicología o psiquiatría?; ¿tratamiento público o tratamiento privado? Incluso se puede ser más concreto: ¿pasar poco tiempo con los niños puede alterar su estabilidad emocional? No conviene alarmarse, casi todas tienen respuesta.

Elena Gállegos, psicóloga infantil del grupo Luria, uno de los gabinetes que lleva años tratando a niños con trastornos, considera que no hay una relación directa entre el número de casos de depresión infantil y el grado de ocupación de los padres. 'Lo importante no es la cantidad, sino la calidad del tiempo que se comparta con los niños', asegura Gállegos.

Virginia Cagigal, psicóloga del Instituto Universitario de la Familia de la Universidad Pontificia de Comillas (UPC), está totalmente de acuerdo y va más allá. A su juicio, dedicar muchas horas al trabajo no tiene por qué incidir en la génesis de una depresión infantil, pero sí puede ser perjudicial el estrés generado de esta situación. 'Lo importante es adoptar medidas de contención de ese estrés', asegura V. Cagigal, miembro del equipo de investigación Metra, que recientemente ha publicado un estudio sobre trastornos psíquicos de menores en Madrid.

Frecuentemente, el tratamiento es una combinación del psiquiatra y el psicólogo

Además, tan malo es no tener tiempo como no tener dinero. La escasez de recursos económicos es una fuente de conflictos en la pareja y en el entorno familiar muy perjudiciales para los niños.

También asusta la incidencia de esta enfermedad. Aproximadamente, entre el 1,5% y el 2% de los niños sufre depresión, porcentaje que se eleva hasta el 8% cuando se trata de depresiones más suaves o distimias, aseguran en la Unidad de Psiquiatría Infantil del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, basándose en diversos estudios.

No es extraño que no haya datos exactos, ya que, hasta hace unos años, ni tan siquiera se consideraba la posibilidad de que los niños pudieran sufrirla. Además no es una enfermedad de declaración obligatoria a Sanidad y muchas se escapan en las consultas de los pediatras porque aparecen como manifestaciones corporales (dolor de cabeza, estómago, vómitos, etc.), sobre todo a edades más tempranas. '¿Qué nos hace pensar que un niño no puede tener una depresión?', señala Ignacio Avellanosa, jefe de la Unidad de Psiquiatría del Clínico, insistiendo en que 'los niños sienten lo mismo que los mayores pero se expresan de diferente forma'.

Actualmente el tratamiento es con frecuencia conjunto. En el Clínico es complementario y la psicoterapia, siempre necesaria, la realizan, indistintamente, el psiquiatra o el psicólogo. Por su parte, Luria también realiza un tratamiento combinado. El niño es evaluado por el psicólogo, y si el problema es grave se acude al psiquiatra, llegando incluso al apoyo farmacológico contra la ansiedad o la depresión.

El uso de fármacos en los niños ha aumentado en la última década por dos razones obvias. Existen nuevos fármacos con menos efectos secundarios y además el marketing hace milagros.

En la sanidad pública el tratamiento dura de 3 a 6 meses y la terapia comprende de 2 a 4 consultas al mes. En Luria lo normal son seis meses, aunque depende de la respuesta, y una consulta semanal. Según Gállegos, a Luria acuden padres de la sanidad pública en busca de una atención más regular.

El precio por consulta en los gabinetes privados oscila entre 60 y 70 euros.

Síntomas y prevención. El milagro de la comunicación y el cariño

Síntomas claveLos síntomas, para que sean preocupantes, tienen que mantenerse en el tiempo. No vale una tristeza pasajera. Además, deben producir un problema de adaptación de los niños en el colegio, en el entorno familiar y en el área personal. Son síntomas significativos, un estado de ánimo triste o irritabilidad, más frecuente en los varones (peleas, comportamientos violentos, etc.); la falta de interés en actividades antes preferidas (fútbol, juegos, etc.); alteraciones del apetito o del sueño. El niño come y duerme menos o peor, o al contrario, aunque esto ocurre menos. Igualmente, tienen sentimiento de inutilidad, ya que baja la autoestima, y de culpa; se produce una agitación o enlentecimiento en el sistema motor (se quedan muy parados o se mueven menos), y disminuye la capacidad de concentración en el colegio. Hasta los siete años priman los síntomas psicofisiológicos (rabietas, descontrol de esfínteres, vómitos, etc.) y después surge la tristeza, la autocrítica y baja la autoestima.Cómo prevenirLa comunicación con los niños es uno de los pilares en la prevención de esta enfermedad. Asimismo, los especialistas coinciden en otros, como son la demostración de cariño y el apoyo incondicional, 'el niño tiene que sentirse querido', o la ayuda o enseñanza para que el niño reconozcan sus valores positivos y sus límites.No etiquetar a los niños o atentar contra su persona. 'Los niños no son malos, han actuado mal', asegura Gállegos. También es importantísimo predicar con el ejemplo, ya que ante un padre depresivo el hijo puede desarrollar la enfermedad. Es necesario imponer normas razonables, las que son imposibles de cumplir generan frustración.Pero es importante ayudar a tolerar la frustración. El niño no siempre consigue lo que quiere. Además, pequeñas dosis de frustración en la infancia ayudan a prevenir depresiones en la madurez. También hay que favorecer su autonomía, guiarle en la solución de problemas, no solucionarselos, y enriquecer su entorno físico y social.

Riesgos. Atento a estos factores

La carga genética predispone a padecer la depresión. Si los padres son depresivos aumentan las posibilidades.El estrés de los padres puede influir, pero controlado no tiene por qué afectar.Un problema severo en las relaciones de pareja es muy perjudicial para los niños.Un cambio de domicilio o de colegio pueden ser causa de una depresión infantil en muchos casos.La escasez de recursos económicos es un riesgo porque genera conflictos en la pareja y en el entorno familiar.El aislamiento social de los niños en el colegio y en su entorno son muy perjudiciales.

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