Silencio y orden para Martí en Astra
Hombre de apariencia relajada, habla de manera pausada, tiene voz radiofónica, pensando el mensaje que quiere transmitir. Si algo necesita el director general de Astra, Albert Martí, para trabajar con comodidad es silencio y luz natural, que entra a raudales por las ventanas del despacho, que ocupa desde hace algo más de cinco años y da a unos jardines del madrileño paseo de la Castellana, lo que le permite a Martí tener la sensación de estar orientado hacia el exterior, lo que va unido, según explica, a sus aficiones al aire libre, entre las que se encuentran la aviación, la navegación y el esquí.
Este ejecutivo confiesa ser muy meticuloso del orden y de la perfección. Todo esto lo achaca a la educación que recibió cuando era pequeño en una escuela alemana, 'eso me ha marcado, sobre todo, en la estima por el rigor en el trabajo'. Pero no sólo exige a los demás. La exigencia empieza por él mismo. 'Me lo autoexijo desde hace muchos años, sobre todo en lo que representa el trabajo bien hecho'. El orden también es motivo de preocupación. Debe ser así porque su despacho está perfectamente ordenado. 'Si fuera de otra manera, me sentiría perdido. Las cosas fuera de su sitio me molestan'.
También acostumbra, cuando recibe alguna visita en el despacho, a no utilizar las sillas que tiene delante de su mesa de trabajo. Prefiere usar la mesa redonda de reuniones. 'De esta manera se favorece la comunicación de tú a tú, la relación es mucho más horizontal, no se establecen jerarquías ni posición de predominio, como ocurre si estás sentado en la mesa de trabajo', afirma Martí, que define su trabajo como directivo como aquel que es capaz de motivar y de favorecer el trabajo en equipo. 'Para ello se requiere un esfuerzo de pedagogía'. Y añade: 'A la vez que el ejecutivo tiene que tener confianza en el equipo, ha de tener también capacidad de trabajo. La función de directivo requiere una dedicación importante a la actividad que se desarrolla y eso se asume con vocación e ilusión'.
En su opinión, todo esto lo percibe el equipo que trabaja alrededor del directivo. 'Hay que saber transmitir los retos que se asumen, los elementos de superación, sino es así es muy difícil que el equipo responda. Hay que saber motivar para que los profesionales trabajen de una manera engranada y conseguir así cumplir los objetivos'.
Confiesa ser un hombre pudoroso, al que le gusta separar su vida personal de la profesional. Y por ello, no se permite ninguna concesión fotográfica familiar en su despacho. 'En eso soy muy anglosajón, diferencio mucho mi vida privada del trabajo. Con este perfil encajo también con la filosofía de la casa matriz'. Lo único que se permite es tener una reproducción de la refrescante piscina de David Hockney. También, una vista de su ciudad natal, Barcelona, con el hotel Arts y el mar Mediterráneo al fondo. Cerca de su ordenador, tiene dos imágenes, con las que se evade de vez en cuando, de algunas de sus aficiones: una montaña de los Pirineos y un biplano.
Y tiene un objeto al que le tiene un gran cariño: se trata de un convertidor de antena satélite, que desarrolló en colaboración con la Universidad Politécnica de Barcelona y hace referencia a su etapa relacionada con el desarrollo de un producto. Ahora está más centrado en la gestión, a pesar de que durante una década compaginó su actividad profesional con la docencia universitaria en la Escuela de Ingenieros de Telecomunicaciones de la Universidad Politécnica de Barcelona. De su experiencia como docente ha aprendido a hablar en público. 'Eso te da una gran confianza y los que me conocen me dicen que tiendo a explicar bien las cosas. Esa es una aportación que me ha hecho la universidad a mí'.
Con gran cariño guarda una maqueta de un modelo de avión, que realizó cuando tenía 13 años. Con la ayuda de una lata de cerveza creó un motor a reacción, que todavía guarda hoy. 'Me encanta hacer maquetas, porque es un trabajo muy minucioso, y eso hace que desconecte totalmente de mis quehaceres diarios', señala este ejecutivo que confiesa tener la carrera de acordeón, instrumento que ha rescatado y ha vuelto a tocar este verano.
Lo peor, el fin de semana
No puede desconectar Dice que le gusta tanto su trabajo, 'siempre he podido elegir, siempre he estado motivado', que cuando llega el fin de semana le cuesta desconectar. 'No es fácil, porque la dedicación es tan intensa que, cuando llega el viernes, lo noto', señala.Llega a su oficina todos los días en torno a las 8.30 de la mañana y nunca se marcha, salvo que tenga algún viaje, antes de las nueve de la noche.No le gustan las comidas de trabajo, prefiere un almuerzo frugal en su despacho, que tan sólo se salta en ocasiones especiales.Pero, si hay algo que le hace olvidar, por un buen rato, el mundo de los satélites, es ir a comprar los sábados al mercado para luego cocinar. 'Disfruto mucho comprando y eligiendo la materia prima de la receta que luego voy a cocinar'. También le gusta la fotografía, ir a conciertos y hacer maquetas.