Un problema sin resolver
Los Presupuestos Generales del Estado, que el Gobierno presentó ayer en el Congreso de los Diputados para el próximo año, son el documento más importante de la política económica, expresivos de las medidas que el Ejecutivo propone para resolver los problemas de ámbito económico del país.
El primer problema que tienen nuestros Presupuestos es el de la falta de transparencia, y éste sigue sin corregirse en los elaborados para el año 2004. Se dice que los Presupuestos Generales del Estado para el próximo ejercicio están equilibrados, pero ello no quiere decir que en términos de contabilidad nacional, que es como hay que medir el desequilibrio, lo estén, pues no existe un cuadro de relaciones entre contabilidad pública y contabilidad nacional que lo sustente; hay que aceptarlo por artículo de fe.
Otro tema que afecta a la credibilidad de los Presupuestos Generales del Estado deriva de la falta de realismo en la previsión del crecimiento del producto interior bruto (PIB) en términos reales, que es del 3%.
En una Europa al borde de la recesión, Estados Unidos aquejado de muchísimas sombras en su economía, como demuestra su doble déficit (balanza de pagos y presupuestario) que casi nadie piensa que pueda tener un crecimiento sostenido, y con Japón que aún no sale de su deflación, no parece muy realista pensar en un 3% de crecimiento de la economía española.
Con una economía tan abierta como la que tenemos hoy en día, ¿es posible pensar que lo que sucede en el mundo no nos va a afectar a nosotros?
Tan fuerte tasa de crecimiento, prevista por el Gobierno, da lugar a prever una fuerte generación de empleo, aunque la realidad será menor al alcanzarse aquélla.
La caída del crecimiento en términos reales no generará déficit, ya que la inflación cambiará el diferencial al haber sido ésta fijada en un porcentaje muy alejado de la realidad; la que ha sido en los tres últimos años y la que se espera para el corriente. La inflación, que es el peor impuesto que existe, servirá para equilibrar el presupuesto; con lo cual el problema de nuestra competitividad seguirá sin resolverse.