El mercado desconoce lo que espera
El reajuste de la semana pasada ha dejado mudos a muchos participantes en el mercado y ha aplacado el griterío de las salas de contratación de las más activas firmas del mercado. Un repaso a los últimos sucesos arroja poca luz sobre el asunto, porque escasean quienes reconocen sin ambages que las Bolsas habían ido muy lejos en sus proyecciones.
Lo común, el término que se utiliza en esta semana a caballo entre el cierre de septiembre y el comienzo de octubre, es que los mercados están a la espera de algo que los saque del atolladero. Pero desconocen lo que esperan.
Hay asuntos de interés que no escapan al análisis de los observadores. Uno, el curso dispar -incluso contrario- de los ciclos económicos en las tres áreas de influencia, y la evolución ilógica, se dice ahora, de las divisas según el pulso de sus economías respectivas. Otro escollo se encuentra en la inconsistencia de los resultados empresariales respecto a las valoraciones bursátiles actuales. Los multiplicadores en Wall Street, principalmente en los valores tecnológicos, han vuelto al terreno de lo incompresible y muy cerca de los promedios que provocaron el estallido de la burbuja en marzo de 2000. Hay expertos, es más, que discuten sobre la bondad del crecimiento del beneficio al apoyarse la cuenta de resultados de multitud de compañías en recortes de gastos financieros y de empleo y no en la demanda.
Los tipos a largo plazo, con base más alta que la del comienzo del año; la progresión de los precios del oro y la recuperación de los precios del petróleo suman también dificultades y completan el panorama de los intangibles, de esa espera de las Bolsas sin saber lo que esperan.
Los mercados, no obstante, están obligados a abrir y cerrar su puertas y a formular movimientos en una y otra dirección. Los gestores tienen hoy una cita con el cierre de septiembre, que volverá a hacer gala de ser un mes malo en Bolsa.