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Columna
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Empiezan los ajustes de la posguerra

En pasados artículos he venido insistiendo en que, finalmente, los resultados de la guerra provocarían los inevitables ajustes en la arena internacional, regularían las posiciones de unos y otros y determinarían en gran medida el futuro de la política norteamericana. Todo esto ya está en marcha y, como era previsible, el escenario no podía ser otro que la Asamblea General de la ONU, organización que de manera inexcusable se enfrenta con la necesaria y difícil reforma.

Ya forma parte de la historia reciente, como en otras ocasiones en otros episodios de guerra, que la argumentación de las armas de destrucción masiva y la conexión terrorista del régimen iraquí con Al Qaeda era una gran mentira. La razón de la guerra consistía, como he escrito varias veces, en la necesidad estratégica del nuevo concepto de seguridad nacional de EE UU de demostrar que es posible realizar una guerra preventiva en cualquier lugar para aplastar a cualquiera que signifique riesgo o amenaza a su seguridad.

Está fuera de duda, después del ejemplo iraquí, que sólo EE UU dispone de una colosal maquinaria capaz de ejecutar una guerra de proyección sobre cualquier lugar del planeta, siempre y cuando el país destino del ataque carezca de capacidad de respuesta nuclear. El caso de Corea del Norte y el posterior de Irán demuestran que la referencia nuclear es, por el momento, un freno para el concepto de guerra preventiva según el modelo de Irak.

Este dato describe una nueva realidad en la arena internacional. La guerra preventiva es una aberración jurídica y un factor de inestabilidad en el mundo, como ha señalado Kofi Annan en su discurso ante la Asamblea General, pero ya sabemos que, al menos cuando el Partido Republicano esté en el poder en EE UU este tipo de decisiones son posibles. También sabemos, con lo que está pasando en Irak, que resulta posible organizar una guerra preventiva y además ganarla con rapidez, pero también que es mucho más difícil gestionar la victoria y la ocupación militar del terreno.

Los costes económicos y en vidas humanas de la ocupación del territorio iraquí, aunque se logre una nueva resolución para reconvertirla en una operación de fuerza multinacional bajo mandato de la ONU, pueden ser insoportables para la campaña electoral que apenas se inicia en EE UU.

La posguerra ha impuesto su primer reajuste. El vencedor ha perdido gran parte de su credibilidad por organizar una guerra basada en grandes mentiras; además, la situación sobre el terreno ha puesto sobre la mesa de la negociación internacional tres grandes necesidades que debilitan en gran medida la posición de EE UU: Bush necesita imperiosamente controlar los tiempos de la posguerra, soldados y dinero. Si tarda en conseguirlo, se pondrá en marcha el único factor de corrección capaz de cambiar la situación: la propia opinión pública norteamericana. No será la posición de ninguno de los países que se opusieran a la guerra la que será determinante. Quienes de verdad jugarán un papel decisivo serán los electores estadounidenses en función del desarrollo de los acontecimientos en el terreno iraquí.

Resultan en estos momentos casi patéticas aquellas frases -no cito por piedad a sus autores- de 'la ONU es irrelevante' o 'gracias a Dios la ONU ha muerto' o 'EE UU no necesita pedir permiso a nadie'…; para terminar durante este mes solicitando en la Asamblea General de la ONU un acuerdo para organizar el calendario de salida de Irak, cómo obtener más soldados de terceros y, sobre todo, abrir el abanico de quiénes tienen que pagar la enorme factura de la guerra.

Los que se opusieron a la guerra también se han visto obligados a reconsiderar la situación teniendo en cuenta lo que ocurre en el terreno. No vale mucho quedarse en la satisfacción de haber anticipado que la guerra tendría consecuencias perniciosas, no sólo para el futuro de Irak sino para el conjunto de la región, y especialmente para el proceso de paz entre palestinos e israelíes, hay también que plantearse que de nada vale intentar humillar internacionalmente a Bush por sus evidentes errores.

El avispero iraquí hay que calmarlo lo mas rápidamente posible, por lo que es bastante sensato que esta vez no se haya anunciado ningún veto en el Consejo de Seguridad. En definitiva, el proceso de reajuste está en marcha.

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