Kenia, el misterio africano
Tal vez por ser el continente más desconocido -o el más olvidado-, África sigue fascinando a quienes están poseídos por el espíritu de aventura. Kenia es, desde antiguo, la más pura encarnación del misterio de África
Los mitos se nutren de los orígenes, por eso en la infancia de cada hombre hay una zona oscura y tibia donde han hervido algunos de sus mejores sueños. La infancia de muchos de nosotros quedó impregnada por imágenes o lecturas de libros y películas como Las minas del rey Salomón, Las nieves del Kilimanjaro, Mogambo o, más recientemente, Memorias de África. Kenia era el escenario de tales ilusiones. Las nieves perpetuas del Kilimanjaro o del monte Kenia eran y son telón de fondo para un paisaje de sabana deshilachado en acacias paraguas y yerbas altas, por donde se mueven en libertad vigilada las criaturas salvajes que evocan, todavía, la aurora del planeta.
No es pura retórica: para muchos científicos está claro que esta parte del África oriental es la cuna de la humanidad. En el norte de Kenia, junto al lago Turkana, asomó el cráneo de Lucy, una bisabuela nuestra de hace dos millones y medio de años (le dieron ese nombre porque en ese momento sonaba en la radio de los arqueólogos una canción de los Beatles titulada precisamente Lucy). Pero este país tardó mucho en dejarse descifrar. Los árabes habían explorado la costa del Índico a partir del siglo X y los portugueses levantaron en el siglo XVI fortines para asegurar el comercio de esclavos. Sólo a mediados del XIX misioneros y científicos europeos avistaban por vez primera el Kilimanjaro y montañas, lagos, ríos o cataratas que ellos mismos bautizaban. Junto a los exploradores venían, claro está, los emprendedores (granjeros, empresarios) y los cazadores.
Queda poco del aroma colonial (la clase política autóctona ha ido borrando huellas, desde la independencia en el año 1964). En Nairobi, la capital, sólo un puñado de lugares evocan artificiosamente aquellos días. En el hotel Stanley, abierto en 1902, durmieron cazadores tremendos, como Hemingway, o ficticios, como Ava Gardner y Clark Gable. Desde la terraza del hotel Norfolk (que entonces quedaba a las afueras) los europeos disparaban a los leones mientras apuraban su cóctel. Pero el lugar de culto es, sin duda, la casa de Karen Blixen, que ahora queda a las afueras y entonces estaba en pleno campo. La casa se recompuso y se abrió como museo en 1985; al año siguiente se rodó la película Out of Africa (Memorias de África) y desde entonces es un hervidero. La película no se rodó en la mansión, sino en un estudio que la reproducía tal cual (a unos cinco kilómetros) y es bastante fiel a la realidad (o a las memorias de la baronesa), salvo en detalles sin importancia, por ejemplo, el amante-aviador era bastante más feo que Robert Redford y además estaba liado con una señora de la que no se dice ni mu en el filme.
Los animales siguen siendo el gran recurso de este país grande y variado de paisajes. Sólo que ahora se les caza sólo con la mirada o con la cámara o el vídeo
Los animales -más que el ambiente colonial o los argumentos de ficción- siguen siendo el gran recurso de este país grande (bastante más que España) y variado de paisajes. Sólo que ahora se les caza sólo con la mirada o, en todo caso, con la cámara o el vídeo. En Kenia hay unos 60 espacios declarados parque o reserva natural, en los cuales se practica con verdadero frenesí el safari fotográfico (safari en suajili significa viaje y es, junto con bwana, señor o dios, una de las aportaciones a nuestro lenguaje cotidiano).
Los parques más sobresalientes son el de Amboseli (donde puede verse a manadas de elefantes recortándose sobre la silueta cana del Kilimanjaro, que está en la fronteriza Tanzania), el de las Aberdare (montañas de espesa vegetación, con un hotel de madera junto a una charca a la que van a abrevar las fieras por la noche: un timbre despierta a los huéspedes que lo pidan), el del lago Nakuru (donde la vista no llega a abarcar la línea rosa que componen millones de flamencos) o el de Masa Mara, que se funde con el Serengeti tanzano y donde más que los animales choca, y emplaza a la reflexión, la vida de los masai. Pero esa es historia aparte.
Localización
Cómo ir.La mayorista Catai propone una oferta muy completa de viajes organizados con destino a Kenia u otros países vecinos; así, el paquete Kenia y Tanzania, de 11 días, con pensión completa en los días de Safari y estancia en Nairobi en el hotel Stanley, por 2.763 euros (hasta octubre); Maravillas de África, 11 días en parques de Kenia más el Ngorogoro de Tanzania, desde 2.640 euros; Gigantes de África, 13 días en Kenia y Tanzania desde 2.850 euros; Gran safari en Kenia (visitando Amboseli, Monte Kenia, Samburu, Aberdare, Nakuru y Masai Mara), 11 días desde 2.563 euros; Cataratas Victoria y Kenia, 13 días desde 2.946 euros. Información: www.catai.esNobel Tours, otra de las mayoristas especializadas en África, ofrece un Kenia básico, de 7 días, visitando Nairobi, Aberdare, lago Ementeita y Masai Mara, desde 1.638 euros; Safari Kongoni, 7 días y el mismo recorrido, cambiando el lago Ementeita por el lago Nakuru, a partir de 1.638 euros; el mismo recorrido ampliado a 10 días e incluyendo además el parque Amboseli y el Kilimanjaro, desde 2.054 euros; Twende Kenia, 9 días desde 1.783 euros, y Safari Pole Pole: 10 días desde 1.937 euros. En agencias. También: www.nobel-tours.com.Kuoni propone paquetes similares, como Rhino Safari: 7 días en Aberdare, lago Nakuru, Masai Mara y Nairobi, precio desde 1.574 euros; Ecos de la sabana, 9 días recorriendo Samburu, Aberdare, lago Nakuru y Masai Mara, desde 1.839 euros; Kenia y Zanzíbar, 10 días con el recorrido anterior más vuelo y dos días de estancia en Zanzíbar, desde 2.385 euros; Rutas de Kenia, 11 días en los principales parques del país a partir de 2.201 euros; Enigma africano, 9 días en Amboseli, Aberdares, lago Nakuru y Masai Mara desde 1.958 euros. En agencias.