El INE y sus encuestas
El escándalo que sacude a la agencia europea de estadísticas, Eurostat, amenaza con debilitar la posición de la Comisión Europea en un momento en que la zona euro bordea la recesión y existe una creciente brecha entre quienes defienden a rajatabla el Pacto de Estabilidad, con España a la cabeza, y aquellos que prefieren una interpretación 'flexible' que permita superar el listón de déficit en aras de impulsar el crecimiento económico (con Alemania y Francia, mano a mano, apoyados cada vez más explícitamente por el presidente de la Comisión, Romano Prodi).
Lo malo de que ambos asuntos se entremezclen no es sólo que algunos utilicen el caso Eurostat como arma arrojadiza contra comisarios molestos. Además, existe el riesgo de que la politización del asunto desvirtúe la investigación de una trama que, de ser ciertas las sospechas de Bruselas, incluye contratos artificialmente inflados, concursos amañados y la existencia de cuentas conjuntas de funcionarios europeos y directivos de la empresa Planistat.
Las autoridades europeas ya han detectado ramificaciones del caso en países como Francia, Portugal y Luxemburgo. En España, el Instituto Nacional de Estadística (INE) acaba de reconocer que también había subcontratado la venta de estadísticas con Planistat y que dicho contrato fue investigado por orden del secretario de Estado de Economía, Luis de Guindos. Tras la inspección, el INE canceló su relación con Planistat de manera fulminante, a pesar de que los inspectores concluyeron que 'no han existido irregularidades en el proceso de contratación' de esta empresa.
Las explicaciones del INE sobre este asunto son escasas y, sobre todo, tardías. Una vez estallado el escándalo en Bruselas, ¿por qué no comunica el INE que también trabaja con Planistat y que abrirá de inmediato una investigación? Y, concluidas las pesquisas, ¿por qué cancela el contrato si no observa irregularidades?
Es muy probable que el INE se limitase a contratar a Planistat sencillamente porque esta empresa ya trabajaba para Eurostat (aunque no deja de ser sospechoso que fuese la única candidata). Y también cabe dentro de lo posible que le costasen más los servicios que ofrecía a la compañía (local, teléfonos, etcétera) que los ingresos que recibía a cambio. Pero el Instituto ha hecho un trabajo muy pobre a la hora de comunicar sus actuaciones a la ciudadanía.
En un caso que provoca semejante tormenta política en Bruselas, esperar a que sean los medios de comunicación los que afloren las relaciones del INE con Planistat es pecar de bisoñez. Sobre todo, cuando existe en el sector un claro malestar por la forma en que se subcontrata la elaboración y venta de estadísticas, como bien refleja la demanda ante la Fiscalía Anticorrupción por parte de una empresa afectada, de la que este periódico se hace hoy eco. Entregar información privilegiada a terceros es algo demasiado sensible como para que no estén claras cuáles son las reglas del juego.