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Columna
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Prudente optimismo acerca de EE UU

Los signos positivos acerca de la economía estadounidense han continuado durante el último mes, hasta el punto de que algunas estimaciones de crecimiento para el actual tercer trimestre apuntan a niveles cercanos al 6% en tasa anual. De confirmarse, tal comportamiento sería muy positivo para apuntalar la confianza en una definitiva recuperación económica y tendría un indudable impacto en los mercados financieros.

Como he indicado en ocasiones anteriores, es en la actividad productiva industrial y en la demanda de inversión en equipos donde hemos de ver las señales de recuperación, por ser éstos los ámbitos, por el lado de la oferta y la demanda, respectivamente, donde la crisis económica ha mostrado su mayor virulencia. Por tanto, es tranquilizador apreciar que el índice ISM de producción industrial haya aumentado en los últimos meses y muy espectacularmente en agosto.

También el índice de nuevos pedidos industriales ha encadenado una secuencia de meses alcistas y se ha situado en niveles previos al inicio de la actual crisis económica. Ello tiene particular significación por lo que indica de expectativas de fuerte demanda en meses próximos. Al igual que otros indicadores de producción industrial, estos índices comenzaron una senda de recuperación en el verano de 2000, que se vio truncada en diciembre. Apreciar que vuelven a tomar la senda alcista sugiere que la debilidad a que dio lugar el conflicto de Irak durante el primer semestre podría estar revirtiendo.

Estos datos requieren, sin embargo, una evaluación prudente, pues su relevancia reside en el hecho de que se trata de indicadores importantes que comienzan a repuntar levemente tras haber tocado fondo durante un cierto tiempo, pero se hallan aún por debajo de los niveles o de los ritmos de crecimiento que cabría calificar de recuperación sólida. Además, otros indicadores importantes no han dado todavía indicio alguno de recuperación.

Así, el índice de utilización de la capacidad productiva permanece estancado en niveles del 75%, habiendo retrocedido en su intento de 2002 de iniciar una recuperación. En condiciones de expansión sostenida, este índice ha permanecido de manera estable en niveles de 85%, de modo que el camino por recorrer hasta una expansión clara es aún evidente.

Por el lado de la demanda, los indicadores de confianza de la Universidad de Michigan y el Conference Board volvieron a dar señales conflictivas en agosto, con un descenso del primero y un aumento del segundo, que tiene una base muestral mucho más amplia. Aunque este aumento se debe al componente de expectativas, hay razones para confiar en una mejoría del consumo: junto con la mayor renta disponible, generada en parte por los recortes impositivos, el gasto en consumo ha crecido los últimos cuatro meses, animado también en parte por nuevos incentivos a la compra de coches, que ha rebotado con fuerza, y a la refinanciación de hipotecas.

Con todo ello, tras la elevación hasta el 3,1% del crecimiento del primer trimestre, inicialmente estimado en un 2,4%, lo más positivo del momento actual es que, por primera vez en mucho tiempo, un escenario de fuerte crecimiento para el tercer trimestre es relativamente probable. Sería un crecimiento basado en la fortaleza del consumo, pero en el que la precisa recuperación de la inversión en equipos comienza a ser una realidad, al ir disminuyendo las existencias acumuladas en trimestres anteriores.

También mejoran los resultados empresariales: como porcentaje del PIB, los beneficios empresariales están a niveles previos a la crisis. Esta mejoría debe algo a las nuevas normas de provisiones por depreciación, lo que puede explicar el débil impacto que está teniendo sobre la creación de empleo.

La continuada destrucción de empleo es, precisamente, el indicio de mayor debilidad acerca del actual contexto económico en EE UU, y el aspecto que todavía ha de cambiar significativamente para poder confiar en que unos indicadores que comienzan a aportar señales positivas, reflejan definitivamente la fase de crecimiento de un nuevo ciclo económico.

Lamentablemente, los datos de empleo disponibles no permiten mucho optimismo. La destrucción de 93.000 empleos en agosto ha contrariado las expectativas generalizadas de los analistas y es claramente un mal dato, por mucho que un descenso simultáneo en población activa haya permitido un descenso de una décima en la tasa de paro.

Las solicitudes de subsidios de desempleo muestran una enorme resistencia a descender por debajo de los niveles propios de una recesión. Es evidente que queda mucho camino por recorrer hasta recuperar los 2,6 millones de empleos perdidos en el sector de manufacturas durante la actual crisis.

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