Una verdadera reforma del Estado argentino
Nuestros virreyes ganaban el equivalente de unos 100.000 dólares por mes. Nuestro presidente de Argentina, Néstor Kirchner, se ha fijado un salario que equivale a la centésima parte de aquel monto. La comparación es sorprendente y, se me podrá decir, también poco académica. Sea. Pero sirve para enmarcar la pregunta central de nuestros días: ¿estamos sinceramente decididos a construir un Estado moderno, capaz de orientar a la sociedad y evitar la disolución a que nos empuja la inseguridad? La comparación vale. Aquellos virreyes eran las cúspides de un Estado imperial de excepcional eficacia y eficiencia, que mantuvo la unidad del mundo español durante 300 años, aun cuando España declinaba.
La calidad personal, el talento, la dedicación y la retribución de la cabeza del Estado son las llaves maestras de las que pende todo el aparato público. Sus virtudes y su retribución -del presidente, de sus ministros, de los ministros de la Corte, de los legisladores, de los gobernadores- definen un modelo de Estado que cumple múltiples funciones en una sociedad moderna.
El Estado argentino ha sido destruido en los últimos años con argumentos de derecha y argumentos de izquierda (...). Ahora hemos llegado a los bordes del abismo y nos aturdimos con debates doctrinarios de tanta enjundia que parecen condenados a distraernos de algunas verdades simples (...).
Nos espera una verdadera reforma del Estado. Sin ella no habrá reforma del país (...). Tal vez deba empezar el presidente por fijarse un sueldo creíble y hablarnos de la rejerarquización de todas las funciones. El tiene legitimidad: nosotros lo hemos elegido.