Chillida vuelve a casa
El próximo día 19 se cumple un año de la muerte de Eduardo Chillida y la Fundación Telefónica, en colaboración con la familia del escultor, no ha querido dejar pasar la ocasión para rendir homenaje a una de las más importantes figuras de la escultura contemporánea. El marco no podía ser otro que el Chillida-Leku, la casa museo que el artista vasco mimó en la localidad guipuzcoana de Hernani y en la que se conservan algunas de las piezas más queridas por el autor.
A ellas se unen ahora las 41 de Telefónica, la colección privada con más obras de Chillida. Es, además, la primera vez que estas piezas se reúnen en un mismo espacio, ya que actualmente están cedidas en depósito en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona y el Instituto Valenciano de Arte Moderno. La familia del artista ha facilitado a los tres museos obras de repuesto con el fin de que no queden totalmente desprovistos de creaciones de Chillida durante el tiempo que durará la exposición. La muestra permanecerá abierta al público hasta mediados de septiembre.
Lo que hoy constituye un amplio recorrido por toda la trayectoria del escultor donostiarra comenzó siendo un pequeño puñado de obras bien seleccionadas a mediados de los ochenta. La colección que inició el entonces presidente de Telefónica, Luis Solana, fue creciendo con el objetivo de abarcar todas las épocas y los materiales que trabajó Chillida. Hoy, estas 41 piezas constituyen una buena muestra de su estilo, inquietudes y evolución.
Pero no es sólo un conjunto que se puede admirar con los ojos de quien sabe y aprende, al mismo tiempo, del arte. Es una colección hecha desde el sentimiento, que se puede contemplar desde el disfrute plástico, pero que también es capaz de transmitir, intensamente, sensaciones y emociones, rescatando el espíritu más puro del autor y permitiendo el acercamiento a una obra vasta y coherente.
La galerista madrileña Nieves Fernández fue la que puso en marcha la colección y quien marcó la pauta. Ahora, en el que fue hogar de Chillida durante la última etapa de su vida, se reúnen todas estas obras: esculturas en hierro, madera y terracota, grabados, dibujos y collages.
El museo al aire libre Chillida-Leku es un viejo caserío del siglo XVI llamado Zabalaga que la familia adquirió en 1982 para que el creador pudiera presentar de forma permanente al público su obra. Allí está enterrado también el propio Chillida.
Zabalaga se encuentra en el corazón de un parque arbolado de 12 hectáreas que acoge más de una treintena de obras, algunas de tamaño monumental, y que con esta iniciativa se suman a las 41 de la Colección Telefónica.
En la planta inferior del interior del caserío se albergan alabastros, hierros y barros de grandes dimensiones, mientras que en la galería superior se pueden contemplar esculturas de yeso de la etapa parisina de Chillida (de 1948 a 1951), así como sus primeras obras de torsos y de hierro. En esta misma planta se exhiben también otras esculturas de pequeño formato, entre las que sobresale un gran mural de barro. La última sala, de menor dimensión, muestra con todo su esplendor las gravitaciones en papel y las lurras, dos motivos que centraron la actividad del artista durante un importante periodo de tiempo.
El museo, inaugurado hace casi tres años como compendio de toda una vida dedicada al arte, se completa, además, con un auditorio, una biblioteca con bibliografía del autor, un archivo y una tienda.
Con esta exposición, en la que han tomado parte la Fundación Telefónica, los citados tres museos y el Chillida-Leku, y que ha contado con el respaldo del Ministerio de Educación y Cultura, se plantea un nuevo modelo de colaboración entre los entes públicos y la iniciativa privada, introduciendo criterios de descentralización y reciprocidad.