Carta abierta a Silvio Berlusconi
A los otros muchos talentos del primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi, hay que añadir el de la ironía. Inició su papel de presidente del Consejo de Ministros de la UE con balas, asociando a un miembro alemán del Parlamento europeo con un guardia nazi de un campo de concentración. El efecto ha sido paradójico: ha distraído la atención sobre su imposición al Parlamento italiano para conseguir la inmunidad (...). Berlusconi argumenta que, como líder elegido democráticamente y ante sus altas responsabilidades, no debería ser sometido a juicio. Su ministro de justicia, Roberto Castelli, causó furor la semana pasada, cuando la coalición gubernamental trató de paralizar una investigación judicial sobre fraude fiscal en el grupo de comunicación de Berlusconi (...). Es más, en cuanto al logro de la inmunidad lograda a partir de la investigación sobre la venta de una empresa alimentaria estatal, SME, hemos encontrado contradicciones en los alegatos que Berlusconi hizo sobre su inocencia el pasado 5 de mayo.
Sobre este caso y otros, hemos enviado un informe al primer ministro italiano, alentándole a responder a nuestras cuestiones. Este informe puede consultarse en nuestra página de Internet (economist.com) (...).
Cuando por primera vez publicamos estos asuntos, en 2001, los casos empezaban a investigarse. Desde entonces, en el caso Mondadori, un grupo de publicidad, su amigo Cesare Previti ha sido encontrado culpable y sentenciado a 11 años de prisión (...). The Economist recomendó entonces que el primer ministro explicara qué estaba pasando (...). El caso SME, por el que Berlusconi ha luchado por la inmunidad, es el bloqueo que logró en 1985 sobre la venta de SME a Carlo De Benedetti (...). Por el bien de todos, The Economist recomienda un cambio (...). Tenemos documentación suficiente sobre sus delitos (...).
The Economist está preocupado por el daño que Berlusconi hace a su pueblo y a su sistema judicial, así como por representar el extremo del abuso de un capitalista de su poder en Europa. Lejos de ser, como se proclama, el hombre que hará de Italia una nueva nación, es el primer representante y perpetuador de lo peor de la vieja Italia.