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Lealtad, 1

Las dudas que paralizan el mercado

Los economistas se ponen a sí mismos una tarea demasiado sencilla si, en tiempos tempestuosos, sólo nos pueden decir que el océano estará en calma cuando pase la tormenta. En el largo plazo todos estaremos muertos'. La cita de J. M. Keynes señala con precisión quirúrgica el principal problema al que se enfrentan los economistas; los de antes, los de ahora y los que están por venir. No es cuestión de predecir si va a llover, porque algún día lloverá, sino cuándo. La recuperación económica que todo el mundo espera llegará y las Bolsas volverán a registrar etapas alcistas. La cuestión es cuándo.

En segundo lugar, el más perfecto de los analistas se enfrenta a otro problema: la capacidad de los agentes económicos de influir en el propio ciclo. La economía depende, sobre todo, del estado de ánimo de los agentes. Y la Bolsa depende de muchas cosas, pero en realidad de una sola: de la disposición a comprar activos a mayor o menor precio.

De este modo, y aunque el bolsista deje de lado la economía y se dedique sólo a analizar si los activos valen lo que se pide por ellos, de poco sirve si los miles de personas que invierten piensan otra cosa. Para cuando el mercado entre en razón el analista puede haber perdido su fortuna. Por ejemplo, la Bolsa estadounidense no está barata en términos históricos, pero, si las condiciones de la economía y las empresas mejoran, pocos dudan de que la Bolsa tomará el camino alcista.

La situación actual invita a este tipo de cábalas, pues las dudas a las que se enfrenta el bolsista son sustanciales. No se sabe ni cuándo cambiará la tendencia de la economía ni cómo responderán los inversores, tanto ante este cambio como a su eventual retraso. Por eso el Ibex está atrapado entre los 6.900 y los 7.000 puntos. El inversor apenas se mueve, temeroso tanto de ser el primero como de quedarse el último.

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