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Opa

Las protestas del accionista marcan el fin de fiesta en Terra

El exceso ha marcado la carrera bursátil de Terra, un valor que en tres años y medio no ha conocido las medias tintas. Ni cuando era la estrella más brillante de los parqués ni cuando la casa matriz que sacó el valor a Bolsa ha decidido lanzar una opa que, probablemente, será la puntilla de un valor que, perdido el negocio y rotas las expectativas, se ha quedado vacío.

La euforia, tan desatada y multitudinaria como infantil, de los primeros pasos de Terra en el parqué alcanzó tales cotas que, aunque esa etapa duró tres meses (de noviembre de 1999 a febrero de 2000), todavía es señal de identidad del valor. Por el contrario, la concentración de protesta de accionistas de Terra celebrada el miércoles pasado frente a la sede de Telefónica era la viva imagen del desánimo. Una veintena de personas se movilizaron en lo que parecía, y en cierto modo era el entierro de alguien a quien sólo le quedan un puñado de amigos.

Adicae, la asociación que convocó la manifestación, ha presentado una querella en la que solicita la suspensión de la opa presentada por Telefónica a 5,25 euros por acción. La asociación Accter ha hecho lo propio y dos inversores estadounidenses han presentado demandas al otro lado del Atlántico.

El frente judicial, con todo, apenas suscita esperanzas entre los accionistas afectados, que han acudido a la oferta o se han aferrado a la consigna de no vender bajo ningún concepto. Las asociaciones han agrupado a 6.000 inversores, pero se calcula que medio millón de particulares tiene títulos de Terra. La esperanza de una oferta mejorada se disipó de una vez por todas el pasado miércoles, cuando se pasó el plazo reglamentario.

Terra salió a Bolsa a 11,81 euros el 17 de noviembre de 1999. Subió un 213%. En el parqué de la plaza de La Lealtad, cámaras de televisión y curiosos observaban cómo Pep Vallés fundador de Olé, embrión de Terra, se hacía multimillonario en un abrir y cerrar de ojos. Ese día los privilegiados que obtuvieron acciones en la opa triplicaron su cartera.

Todo el mundo quiere ser millonario, y a finales de 1999 sabía cómo: con Terra. El valor subió hasta 157 euros antes de desplomarse, como todas las compañías de la Red. Por el camino, Juan Villalonga expandió Terra con negocios en América Latina y, sobre todo, con la compra de Lycos.

En los años siguientes, otras empresas del sector encontraron su plan de negocio. Se sanearon y buscaron su nicho, hasta que alcanzaron la rentabilidad. Terra sólo conseguía reducir los números rojos rebajando costes. El dinero salía, pero no entraba, ni con la publicidad ni con los contenidos de pago ni con el ADSL. La competencia de Telefónica con Terra en este último negocio es lo que más escuece a los accionistas.

Manipulación

'La han manipulado, han dejado que se hunda. Mientras France Télécom o Deutsche han apoyado a sus filiales, Telefónica ha seguido la estrategia de quitar negocio a Terra y, ahora que la Bolsa sube, comprar a 5,25 lo que vendieron a 11,81', señala un joven aficionado a la Bolsa que invirtió cinco millones cuando Terra cotizaba a 26 euros. 'Ya no tengo dinero para invertir'.

'Yo tenía 2.066 acciones; mi padre, 1.700, y mi mujer, 260. En total, 4.000 títulos comprados a unos 22 euros de media. 15 millones, de los que ahora me quedan cuatro', explica Andrés, que, como el resto de los afectados, mide sus pérdidas en pesetas. 'Quería comprarme una casa, pero ya no puedo'.

A toro pasado, cualquiera puede señalar que invertir gran parte del patrimonio en un solo valor que, además, tiene un perfil agresivo, va contra las normas más elementales de las finanzas personales. Pero esas voces no se escuchaban entre 1999 y 2000. Los reputados analistas aconsejaban comprar a 100 euros y ahora que se presenta una opa a 5,25 aconsejan vender.

Terra, en cualquier caso, poco puede ofrecer hoy por hoy a un inversor. Tiene un negocio incierto, es una empresa jibarizada a golpe de reducción de costes y que sufre competencia de su matriz. Pero los irreductibles de Gran Vía no venderán. 'Que se pudran las acciones', señalan, conscientes de que la decisión puede acarrearles más pérdidas. La Bolsa no suele entender de sentimientos, pero Terra es una excepción. No es lo mismo perder la cartera que sentirse engañado.

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