'El director es una especie de dictador'
Le reclaman para que comparta su experiencia con ejecutivos de empresas y les cuente cómo conseguir que ningún instrumento del equipo desafine. El director de orquesta Enrique García Asensio sabe cómo lograr que el resultado final sea brillante
Si alguien sabe cómo mantener en armonía a un equipo de profesionales, ése es Enrique García Asensio. Este valenciano lleva toda su vida dedicado a la música y con 65 años ha dirigido a la Orquesta Sinfónica de RTVE y ahora a la Banda Sinfónica Municipal de Madrid, pero aún no piensa en la jubilación. 'España necesita profesionales con talento y con experiencia. No se puede jubilar a nadie por cuestiones de edad', demanda. Ahora es reclamado por expertos en formación para que comparta su bagaje con la batuta con profesionales de empresas. Para García Asensio lo importante es que el director de orquesta, y esto se puede extrapolar a todo ejecutivo de una compañía, se muestre firme y convencido de los objetivos que quiere y dirija al resto en beneficio de esos logros.
Pregunta. ¿Es difícil encontrar la armonía en la gestión de personas?
Respuesta. Pues sí. Dentro de la música, el director de orquesta tiene que hacer actuar a un número importante de personas. Cuando diriges a solistas, músicos y coros lo puedes equiparar a la gestión de profesionales dentro de una empresa. Se trata, en definitiva, de ponerse de acuerdo para que todo funcione.
P. ¿Qué papel juega, en este caso, el directivo?
R. El director es una especie de dictador. Tiene que ser el encargado de despersonalizar lo que allí hay con el fin de aunar fuerzas en busca de un objetivo. En definitiva, se trata de aunar en una sola inteligencia las distintas maneras de interpretar una música, pues lo mismo ocurre dentro de una compañía.
P. Pero el director no siempre está en posesión de la verdad.
R. Por supuesto. Yo he sufrido cuando he sido dirigido por un director que no funcionaba y he echado pestes de muchos directores, y generalmente tenía razón, pero quien manda es el director. Lo que si hay que tener es psicología para pedirle a cada músico lo mejor que pueda dar. Tengo que saber quién es flemático, a quién le caigo bien, a quién mal. Es conveniente saber esas cosas para sacar lo mejor de cada uno y exigirle en función de eso. Cuando llego a una orquesta, mi trabajo inicial es mirar a la cara de los músicos para intentar averiguar cómo son. Eso sí, quien manda tiene que ser respetuoso con los profesionales, no puede tratarles de manera vejatoria.
P. Entonces, en su opinión, ¿el directivo no forma parte del equipo?
R. No, es un trabajo en colaboración, pero es el que lleva la voz cantante. Ahora, si un equipo, en este caso una orquesta, quiere cargarse al director, puede hacerlo, porque le pueden boicotear. Es un trabajo muy delicado, en el que tenemos que intentar todos hacer una labor común. Me gusta explicar el por qué de las cosas. El buen profesional tiene que hacer que todo el mundo entienda sus objetivos, para ello tiene que ser buen comunicador y saber qué quiere hacer.
P. ¿Usted no acepta opiniones ni criticas de sus músicos?
R. Si lo que aporta está bien y me gusta, lo acepto sin problema. Cada instrumento es una máquina imperfecta en música y el nivel de preparación hace que esa imperfección suba o baje. Mi instrumento, que es la banda, es el mayor conjunto de imperfecciones y hay que conseguir que esa perfección suba lo más alto posible.
P. ¿Los directivos son infalibles, nunca fallan?
R. Ocurre pocas veces. A los músicos, a veces, le sale el sentido de la responsabilidad, pero hay que estar encima de ellos. Dentro de un colectivo de 100 personas hay profesionales para todos los gustos. No todos tienen el mismo nivel artístico ni de carácter, ni tienen los mismos objetivos. Hay veces que hay problemas, sobre todo cuando eres el que diriges.
P. Es decir, hay que tener un temple especial para ser directivo.
R. El ejecutivo tiene que tener conocimientos del negocio, saber de lo que se habla, tener experiencia; que en muchos casos hay que compensar con conocimientos.
P. ¿Qué tiene usted en común con un directivo de una empresa?
R. El resultado final dentro de una compañía es el resultado del tiempo invertido en el trabajo. Al final haces balance y se ve si la empresa ha ganado o no dinero. En mi caso, los hechos acontecen en un momento determinado. La música se desarrolla en el tiempo y eso es irrepetible, nunca se interpreta de la misma manera. Se trata de repetir momentos que son irrepetibles. Por tanto, cuenta el trabajo de un momento determinado, mientras que en la empresa es el trabajo de distintos momentos. En el fondo, y eso es común para los dos casos, es intentar llevar a buen puerto algo.
P. ¿Qué le pide a su equipo?
R. Le pido muchas cosas. Soy muy exigente. Lo primero que hay que exigirles es seriedad y honestidad profesional, porque ocurre que a veces un señor está capacitado para hacer un determinado trabajo y no rinde para dar lo mejor de sí mismo. Les pido concentración y entrega, sin la colaboración de los otros nadie puede hacer nada, por muy brillante que sea.
P. ¿Cómo hay que estimular a los equipos?
R. Yo no me propongo estimular a nadie. El directivo tiene que ser serio y no decir tonterías y servir de ejemplo a otros. A mí, por ejemplo, no me gusta dar consejos a nadie. Un directivo tiene que cuidar al equipo porque cuanto mejor sea éste, mejores serán los resultados. En la música es distinto porque es un trabajo de colaboración y la unión de distintas intenciones se despersonalizan para hacer lo que yo diga. Hay que aunar distintas interpretaciones en una. Lo difícil es cómo obtener todo eso.