Funcionalidad en Ericsson
Ingemar Naeve, consejero delegado de la empresa sueca de telefonía móvil, considera importante que el espacio en el que trabaja esté en un lugar bien comunicado, tenga luz y no dé muestras de ostentación y estatus corporativo
Si algo derrocha el espacio de trabajo del consejero delegado de la empresa de telefonía móvil Ericsson en España es luz. Ingemar Naeve ocupa, con vistas al nudo sur de la M-30 madrileña, una sencilla habitación funcional, 'que representa a una compañía de cierta relevancia, pero sin excesivos lujos', aclara en perfecto castellano este ejecutivo nacido en Estocolmo (Suecia) hace 53 años. Cuando se aposentó hace algo más de tres años en este despacho tenía claro que no quería un espacio impactante, sino un lugar alegre, y eliminó unos sofás y una mesa, 'demasiado elegante para mi gusto'. Se ajustó a la gama de tonalidades claras, en sintonía con el estilo de una compañía de origen nórdico e incorporó una mesa de reuniones y un ordenador, que utiliza siempre. 'El despacho es un símbolo de lo que pretende ser la compañía, va todo en sintonía y a mí no me gustan los signos que demuestren estatus. Tiene que ser algo digno, sin demostrar ninguna ostentación', explica. Tampoco parece importarle que las oficinas de Ericsson se encuentren ubicadas en una de las 'mejores' zonas de Madrid. Lo que le importa, demostrando el sentido práctico de la gente del norte, es que está ubicado en un barrio bien comunicado con distintos puntos vitales para el negocio, como el centro de la ciudad o el aeropuerto.
Naeve llegó a la capital de España hace más de 20 años, pero se ausentó a finales de los noventa durante dos ejercicios, y aunque confiesa estar a disposición de lo que le ordene la matriz sueca, considera a España su casa. 'Al principio me costó adaptarme a la forma de trabajar. A los que venimos de otras culturas nos cuesta adaptarnos a las jornadas laborales tan prolongadas, a las comidas de trabajo, pero una vez que te acostumbras no lo puedes cambiar por nada. Hay que tener raíces en algún sitio y yo ya las tengo aquí', indica este ejecutivo casado con una española y padre de tres hijos, cuyos retratos le acompañan en el despacho. Si algo ha aprendido de los profesionales españoles es que las relaciones humanas son decisivas para cualquier negocio, es decir, la capacidad de improvisación. También valora la importancia que se le da a la cultura. 'Aquí, una exposición en el Museo del Prado es un acontecimiento importante, mientras que en los países nórdicos nos volcamos en las tecnologías. España es una potencia histórica importante, y se nota en la cultura y en la manera de actuar de los españoles', relata Naeve.
También destaca el sentido grupal, sobre todo en la manera de entender los avances tecnológicos. 'Los españoles son poco individualistas, todo es aceptado por los colectivos. En el caso de la telefonía móvil ha ocurrido. Cuando un grupo acepta algo se convierte en una moda'. Si algo le gusta a este directivo es que sus colaboradores le vean como a una persona accesible y abierta al diálogo. 'Procuro ser una persona cercana, que no pone barreras y no obstaculiza iniciativas dentro de la organización'. Lo que sí transmite es reposo y tranquilidad. 'Es que es importante que el ejecutivo sea una persona con una vida personal equilibrada, que sea optimista, con una visión positiva de la vida'. Reconoce que los años previos a la implantación de la telefonía móvil en España han sido duros y lo siguen siendo ahora que la crisis ha afectado de lleno al sector. Para hacerlo más llevadero es importante 'tener una vida familiar armoniosa, se necesita mucho apoyo externo para poder afrontar los problemas'.
Si algo le ha acompañado es la reproducción de una trainera en bronce, un regalo que le hicieron en Bilbao cuando regresó a Estocolmo por un periodo corto de tiempo. Y como tiene que velar por el negocio, le gusta hablar por teléfono, 'aunque en la oficina siempre intento hacerlo por el fijo, todo el mundo te llama por el móvil'.
Trabaja más 'por torpe'
Ingemar Naeve dice, con cierto sentimiento de culpa, trabajar una media de 12 horas al día. Justifica tanta entrega afirmando que 'sólo los torpes de la clase tenemos que trabajar tanto'. No está satisfecho, pero reconoce que en España la media de horas laborales es mucho más elevada que en el resto de Europa. 'Esto se debe a los almuerzos de trabajo tan prolongados, una costumbre difícil de romper. Es un ritual muy arraigado en España al mundo de los negocios y que no se puede cambiar'. Debido a sus horarios, compatibiliza el trabajo con la familia a duras penas. El viernes reduce la jornada, pero al fin de semana le roba un par de horas para preparar trabajo.