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La atalaya

Belén, símbolo de la paz

Apesar del tiempo y la distancia, todavía recuerdo el lead que encabezaba la crónica de la llegada de las tropas israelíes a Belén durante la Guerra de los Seis Días en 1967 enviada por mi entonces compañero en la United Press International, Bob Musel, una de las mejores plumas del periodismo estadounidense del pasado siglo. 'La guerra ha llegado a la cuna del Apóstol de la Paz', escribió, en referencia a la simbología de la ciudad donde nació Cristo. 46 años después, Belén presenció el miércoles una nueva salida de sus calles por parte de las tropas israelíes, la sexta desde el comienzo de la segunda Intifada hace 33 meses. Como recordaba, en una mezcla de escepticismo y esperanza, el alcalde de la ciudad palestina, Hanan Naser, 'hemos sido ocupados y liberados seis veces en estos dos últimos años'. La diferencia es que esta vez la retirada israelí forma parte de un plan de paz, conocido como Hoja de Ruta, impuesto por el Cuarteto de Madrid -EE UU, la UE, la ONU y Rusia- y los Estados árabes moderados.

Palestinos e israelíes están dando pasos, pequeños en alcance, pero profundos en simbolismo, impensables hace sólo unas semanas. Los primeros, bajo el liderazgo del nuevo primer ministro, Abu Mazen, han conseguido una tregua de las organizaciones extremistas, Hamás y la Yihad Islámica, que se han comprometido a suspender sus ataques contra objetivos israelíes durante tres meses. A cambio, los segundos, con Ariel Sharon, el arquitecto de la expansión israelí y la construcción de asentamientos judíos, han iniciado una retirada gradual de los territorios ocupados empezando por Gaza y Belén, a la que seguirán otras ciudades palestinas. Al mismo tiempo, Mazen y Sharon, conocido en Palestina como 'el carnicero', parecen haber desarrollado una química de entendimiento, que recuerda a la existente entre Menachem Begin y Anuar el Sadat, previa a los acuerdos de Camp David de 1978, como se pudo evidenciar en su comparecencia conjunta del martes ante la prensa internacional tras su cuarta reunión en menos de un mes.

Ya sabemos que lo conseguido hasta ahora es mínimo y que el escenario de ocupación-liberación se ha repetido una y otra vez sin resultados desde los acuerdos de Oslo en 1993. Los grandes temas -desmantelamiento de los asentamientos, regreso de los refugiados, reparto del agua y estatuto final de Jerusalén- siguen sin resolverse sobre la mesa. Pero el establecimiento previo de una serie de medidas que den confianza a ambas partes y les animen a seguir por la vía del diálogo es imprescindible. Sharon y Mazen son dos veteranos en la lucha por la independencia de sus países. Ambos parecen dispuestos a abordar con realismo lo que Isaac Rabin llamaba 'la paz de los valientes', un intento que a Rabin le costó la vida a manos de un extremista israelí. Ambos tienen a los enemigos de la paz agazapados en sus propias filas. Sharon cuenta con la enemistad declarada de los colonos que él mismo encumbró con su política expansionista de asentamientos. Pero su posición dentro de Israel es más segura que la de Abu Mazen entre los palestinos, que, con toda razón, desconfían de las intenciones últimas de Sharon. A ambos corresponde demostrar que estos pequeños pasos no son sólo un espejismo, sino el comienzo de una realidad, que debe desembocar dentro de dos años en el establecimiento de un Estado palestino viable, junto a un Israel seguro, como pidió George Bush en su histórica intervención en la ONU hace un año.

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