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La opinión

Invertir en las personas

En las sociedades avanzadas, las empresas son el motor del progreso económico. El sistema empresarial se configura como el principal generador y distribuidor de riqueza y bienestar; sin él, la disponibilidad de bienes y servicios sería más reducida y eficiente; sin él, el avance en el conocimiento científico y tecnológico, la diversidad de opciones profesionales y laborales, y el propio sentido de progreso se verían profundamente cuestionados. Por ello, hemos de considerar que el primer principio de responsabilidad social de la empresa es hacer bien su trabajo.

Ahora bien, las empresas se desenvuelven en una creciente interdependencia, hasta el punto de que el propio desarrollo de la empresa pueda llegar a resultar inviable sin valorar la implicación de todos los stakeholders (grupos de interés) que participan en su ciclo de generación de valor. Para conseguir que estos se impliquen y, al tiempo, aporten valor a la empresa, la compañía también ha de ser capaz de aportarles valor a ellos de la manera que resulte más eficaz y eficiente posible.

La paradoja es que, en muchas ocasiones, la calidad empresarial se deteriora cuando hablamos de responsabilidad social. Parece que la mayoría de las compañías, algunas de gran dimensión, tengan una visión corta del potencial que representa esta faceta fundamental para su capital corporativo. Así, mientras algunas empresas se dedican a tareas de mecenazgo con enfoques de corte subvencionador, otras optan por cumplir los mínimos legales sin ser capaces de aprovechar la rentabilidad que puede aportarles una tarea de responsabilidad social bien hecha.

Un ejemplo es el cumplimiento, por parte de las empresas de más de 50 trabajadores, de la cuota de reserva del 2% de la plantilla para personas con discapacidad. Al principio, la norma era incumplir la ley. Ahora que existe una mayor sensibilidad, se observa, a menudo, que la contratación de estas personas no se realiza en las condiciones óptimas que las mismas requieren, como pueda ser la adaptación del puesto de trabajo, la accesibilidad, su integración real en el proceso productivo y la no discriminación. Y ello a costa, también, de la empresa.

No se sabe aprovechar las excelentes capacidades de estas personas y se pierde un excelente potencial para crear empresas más rentables y con una mayor solidez ética.

En este sentido, marca un saludable contrapunto la tarea que desarrolla el Foro de Reputación Corporativa, formado por Telefónica, Repsol YPF, BBVA y Aguas de Barcelona (Agbar). Sin duda, ser capaces de analizar qué actuaciones disponen de una mejor sinergia entre la generación de valor social y valor empresarial y entre la calidad de vida de las personas -especialmente las más desfavorecidas- y la rentabilidad para la empresa es uno de los principales retos de futuro que el Foro de Reputación Corporativa afronta. Esperemos, pues, que estas compañías puedan mostrar cómo hacer bien la tarea de la responsabilidad social es una excelente inversión de empresa.

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