El milagro de gobernar lo ingobernable
Aquellos creyentes en los milagros dicen que éstos se dan una sola vez. Los agnósticos los niegan. En cualquier caso, el recurso al milagro no es otra cosa que tirar la toalla para ponerse en manos del destino. En la coyuntura económica, bursátil y financiera actual el término vuelve a estar de moda, justo cuando la Reserva Federal de Estados Unidos celebra la reunión previa a las vacaciones de verano.
¿Estará Greenspan dotado de los poderes sobrenaturales que algunos le atribuyen para manejar la crisis actual con el donaire y la habilidad suficientes? Una vez comprobado que 13 caídas consecutivas de tipos de interés en Estados Unidos no han servido de mucho, ¿tendrá efecto milagroso una nueva caída de tipos, si es que hoy así se decidiera?
Abundan sobremanera los interrogantes en los últimos días, quizá porque los índices de las principales Bolsas del mundo han alcanzado los mejores niveles de los últimos 12 meses, con un importante número de participantes en el mercado sin haber podido saborear la miel de las plusvalías.
A los interrogantes se suman burbujas crecientes que los poderes políticos no reconocen. Burbuja de los bonos, ya al límite de precios (inversa de la rentabilidad) y burbuja inmobiliaria, con los consumidores cada vez más atrapados en la telaraña de las hipotecas combinadas con largos periodos de amortización.
En el peor lado de la balanza se incorpora, además, el temor creciente a la deflación tanto en Estados Unidos como en Alemania sin que exista por el momento coincidencia entre los sabios de cómo capear ese temporal si es que llegara a producirse. Aquí se sumarían los desequilibrios que provoca un desempleo creciente, pero con buenos índices de productividad y caída del consumo.
Se necesitan milagros. Lo peor es huir hacia adelante. La historia está plagada de huidas que conducen al suicidio.