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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nebulosa contable

Las normas contables internacionales (IAS, por sus siglas en inglés) que entrarán en vigor en Europa en el año 2005 empiezan a ser contestadas desde muchos frentes. Bancos y cajas ven con preocupación la elevación del umbral a partir del cual pueden consolidar por puesta en equivalencia los beneficios de sus empresas participadas (pasará del 3% actual al 20%). Un elemento que puede llevarles a cuestionarse algunas de las participaciones industriales que hoy consideran estratégicas.

Las grandes aseguradoras se quejan de que las nuevas normas elevarán la volatilidad de los resultados de las empresas debido a que las coberturas sobre las carteras de inversión deberán anotarse a precios de mercado. Y algunos expertos se quejan de que las reglas IAS son demasiado laxas (se parecen demasiado a las de Estados Unidos) y favorecerán prácticas de contabilidad creativa como las que dieron origen a una larga lista de escándalos contables (Enron, Worldcom, Freddie Mac, etcétera).

El propio Banco de España, que será uno de los encargados de velar por su cumplimiento, reconoce que las nuevas reglas tendrán 'un impacto considerable' en las entidades financieras. Y urge a bancos, cajas de ahorros y cooperativas de crédito a que empiecen a tener en cuenta las nuevas reglas a la hora de definir sus estrategias de inversión a medio plazo. La Caixa, que es la entidad con mayor cartera de inversiones en la Bolsa española, ya ha encargado un plan para revisar sus participaciones industriales teniendo en cuenta las nuevas normas contables.

La única voz que ha salido en defensa de la filosofía que impregna estos cambios contables ha sido la del presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Blas Calzada destacó ayer el notable beneficio que supondrá tener, de una vez por todas, una contabilidad homogeneizada en el conjunto de la Unión Europea, que además sirva de guía para una armonización definitiva con Estados Unidos.

En medio de esta tremenda nebulosa de interpretaciones, la prudencia aconseja que todos los implicados, Gobiernos, supervisores y empresas, se impongan un nuevo debate en el que calibren con la mayor exactitud posible el efecto de la reforma. Es razonable tender hacia una armonización total de los criterios de contabilidad en todo el mundo, pues ya casi no existen los mercados estancos. Es cuando menos chocante que una misma empresa se vea obligada a presentar contabilidades distintas, con resultados a menudo dispares, en función del mercado en el que cotice.

Ahora bien, una modificación de este calado no ha de hacerse a la ligera, impulsada sólo por modas antimaquillaje contable que, en realidad, pueden representar un descarado intervencionismo. Una decisión equivocada en este terreno puede tener efectos nocivos en la salud financiera y en la capacidad de inversión de las empresas.

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