La confianza en exceso es perjudicial
Si todos los excesos son malos, los de confianza, peores. En Bolsa, además, los platos rotos se pagan con descalabros monetarios cuya recuperación siempre es compleja. Hay confianzas al límite que se pagan muy caro. Es lo que sucede desde hace algún tiempo en la Bolsa, a decir de los expertos.
Desde la semana anterior a la guerra de Irak los principales índices de acciones del mundo han experimentado importantes movimientos al alza fundamentados en la confianza en tiempos futuros. Por eso, cuando algunos indicadores que tratan de medir algo tan íntimo e intangible como es la confianza marcan referencias negativas, los mercados se debilitan. Así sucedió el viernes en Wall Street y se trasladó ayer en los primeros compases operativos a Europa.
Desde marzo de 2000 la confianza, también la desconfianza, ha movido los hilos del mercado, generalmente con sobrerreacciones en uno u otro sentido. Han existido momentos de fe ciega capaz de mover las montañas al alza. Luego resultó todo un espejismo.
En la coyuntura actual se advierte una situación idéntica. Los resultados de las empresas no son para tirar cohetes y, en cualquier caso, no soportan valoraciones tan altas como las que reflejan sus cotizaciones en Bolsa. Las principales economías del mundo renquean, en el mejor de los casos, porque hay otras que están al borde de la recesión y con tintes deflacionistas. Las Bolsas, sin embargo, suben con decisión desde la segunda semana de marzo hasta terminar la semana pasada en máximos del año. ¿Por qué este dislate? Porque las Bolsas siempre anticipan tiempos mejores, o peores. Hasta ahora la creencia generalizada es que el segundo semestre será mejor en términos de actividad económica y de resultados empresariales.
Son muchos los participantes en el mercado, no obstante, los que siguen pesimistas y desconfían en una mejora radical de la situación a partir de julio.