Cumpleaños con los accionistas
Muchos de los accionistas habrán coreado este fin de semana los acordes de las canciones de Toby Keith o de la más internacional y ex Destiny Child, Beyoncé, quienes han puesto la nota musical a esta fiesta de la industria de la automoción. Pero el lunes se acaba el baile y toca ponerse serios, ya que se celebra la junta de accionistas.
William Clay Ford, bisnieto de Ford y presidente y consejero delegado de la empresa, se enfrenta de nuevo con los otros dueños de la automovilística.
Desde que llegó a la compañía en enero de 1999 el valor de Ford en Bolsa ha caído un 65% y los analistas no hacen más que aumentar sus cautelas mientras que las agencias de crédito han ido rebajando su calificación.
El problema es que, lejos de desbancar a la número uno (GM), Ford, que perdió ese puesto de líder mundial en los años treinta, ha puesto demasiado dinero en inversiones que no han ido bien o que estaban sobrevaloradas. Era la época de Jac Nasser, que salió de la empresa fulminantemente cuando Ford registró sus primeras pérdidas durante años a causa de una campaña de recambio de ruedas Firestone.
Esta época está mostrándose dura de superar. Salir de las pérdidas se ha salido, pero los márgenes son estrechos y la empresa que inventara la producción en cadena para reducir costes ha visto cómo se le han ido disparando.
Ford no ha tenido más remedio que apuntarse a la carrera de descuentos abierta por GM tras el 11-S y cada coche que se pone en el mercado le cuesta venderlo una media de 3.200 dólares. Bill Ford, que en Estados Unidos lidia con un mercado con un 20% de sobrecapacidad, ha liderado una campaña 'de vuelta a los orígenes' con Nick Scheele, que puso en marcha un similar recorte de capacidad en Europa que aún no ha terminado de proporcionar la rentabilidad esperada.
No obstante, en Ford se mantiene el optimismo. Los analistas, no tanto.