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Opinión

Líderes sociales y empresariales

No es un secreto para nadie: entre las empresas y las organizaciones de la sociedad civil (las conocidas como OSC) ha prevalecido una actitud de desconfianza mutua. Las primeras tachan a los integrantes de las organizaciones de la sociedad civil de melenudos, idealistas e irresponsables. Y, a su vez, muchas organizaciones de la sociedad civil consideran que las empresas son mecanismos desalmados al servicio de fríos intereses capitalistas. El punto de conflicto casi nunca es un tema tan obvio como los objetivos o los recursos. Por lo general, se trata de un abismo cultural, una profunda falta de interés y valoración de lo que piensa el otro. Con frecuencia, los dirigentes de estos grupos se miran con suspicacia, cuando no directamente con hostilidad.

Pero hoy en día se están tendiendo puentes entre estos dos mundos. Los líderes sociales y los líderes empresariales se están ya relacionando positivamente. A través de sus programas de responsabilidad social, las empresas se están acercando a las organizaciones de la sociedad civil. Estas tienen una larga trayectoria en la realización de actividades ambientales, programas educativos o de desarrollo. Por su parte, las empresas, cada vez más frecuentemente, deciden vincularse a ellas para impulsar sus programas, ya sea en su comunidad o en países del sur. Para su sorpresa, la empresa está descubriendo en estas organizaciones a líderes sociales muy profesionales y de un talante espectacular. En muchos casos los líderes empresariales se contagian de este entusiasmo y se motivan fuertemente con la labor desempeñada, aprendiendo que el compromiso se traduce en la lealtad de sus empleados y en ganarse un nuevo lugar de respeto en la sociedad.

Es común que las organizaciones de la sociedad civil se acerquen a la empresa por necesidad, como fuente de recursos adicionales, entendiendo los peligros de una excesiva dependencia del Estado. A veces descubren en las empresas a líderes empresariales con un interés genuino en un cambio social. Poco a poco ven que la relación con el sector privado puede ir más allá de la tradicional filantropía y alcanzar altos niveles de compromiso, interacción y valor estratégico compartido, como dice James Austin en El desafío de la colaboración.

Además de recursos financieros, los líderes empresariales pueden aportar su experiencia y capacidad de gestión, nuevos contactos y la habilidad para planificar con vistas al futuro, participando puntualmente a través de programas de voluntariado o más estratégicamente en los órganos de gobierno de las organizaciones de la sociedad civil.

Las barreras intersectoriales se vencen, como muchas otras cosas, a través del conocimiento personal y de procesos graduales de construcción de confianza. Para esto hace falta crear espacios de encuentro. Hace falta conocerse y reconocerse para poder asociarse. Cuando líderes empresariales y sociales se encuentran, se reconocen y se respetan pronto. Este respeto mutuo es el más sólido de los puentes.

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