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Programa

El Rey viajará en otoño a Marruecos para culminar la normalización de relaciones

Cuando está próximo a cumplirse un año de la crisis generada por el islote Perejil, en el Ministerio de Asuntos Exteriores se consideran ya bien encauzadas las relaciones diplomáticas con Marruecos y en La Moncloa se confía en haber alcanzado el otoño con el clima propicio para hacer posible una visita de don Juan Carlos a Rabat, gesto que serviría para coronar el esfuerzo que se está haciendo por ambas partes para volver a la completa normalidad.

Para empezar a despejar el camino de la visita real, José María Aznar recibirá el jueves en La Moncloa al primer ministro marroquí, Driss Yetú, con quien hará balance del trabajo desarrollado por los grupos creados entre las dos Administraciones para resolver los principales contenciosos bilaterales: cooperación económica, relaciones pesqueras, inmigración y aguas territoriales.

Esta cita, que incluirá un almuerzo privado, precederá a la de alto nivel prevista para el otoño en Rabat a la que acudirán Aznar y los ministros responsables de estas áreas. Parte de su preparación inicial correrá a cargo del vicepresidente segundo, Rodrigo Rato, quien también tiene previsto desplazarse a Marruecos en julio con un nuevo programa de cooperación bajo el brazo por importe de 300 millones de euros, la mayoría de los cuales en forma de créditos blandos. La balanza de intercambios comerciales es claramente favorable a España.

Mediación estadounidense

En el Gobierno se achaca, en buena medida, el cambio de voluntad de las autoridades marroquíes a la presión ejercida por la Administración estadounidense sobre el país vecino en los meses que precedieron a la guerra contra Irak. La incomunicación durante el año largo en que las relaciones diplomáticas permanecieron prácticamente paralizadas a raíz de la crisis de Perejil supuso para Marruecos una importante sangría en los fondos que recibía en concepto de cooperación al desarrollo.

Además, según las mismas fuentes, también condicionó el cambio de actitud de Rabat la presencia de España en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y el riesgo de que jugara un papel sobre el futuro del Sahara contrario a los intereses de Marruecos.

Tampoco Madrid ha pasado por alto la privilegiada relación que Marruecos mantiene con la actual Administración de EE UU. No en vano, ambos países iniciaron el pasado mes de enero la negociación de un acuerdo de libre comercio, un trato preferente que, en el mundo árabe, sólo disfruta Jordania. Washington reconocía así la colaboración prestada por Rabat tras el 11-S en materia de lucha antiterrorista. EE UU ha deportado, incluso, a algunos de los presuntos miembros de Al Qaeda capturados en Afganistán a territorio marroquí, confiando en el buen hacer de las autoridades de ese país.

En el Gobierno se reconoce que continúa habiendo problemas para concienciar a Marruecos de que debe hacerse responsable de sus fronteras y controlar de forma eficaz la emigración clandestina que llega a España. El año pasaron fueron interceptadas alrededor de 17.000 personas, la mayoría por vía marítima, lo que demuestra un funcionamiento anómalo del acuerdo firmado entre los dos Gobiernos a mediados de 2001. En situación regular hay 238.000 marroquíes con contrato de trabajo.

El Ejecutivo español es consciente de que la monarquía alauí desea que los problemas que surjan en las negociaciones sean tratados en España con la máxima discreción, dado el malestar que provocan cuando se filtran a la prensa.

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