Aterrados y enterrados
Es el sino de estos tiempos de nueva economía, burbujas varias (una estallada, la tecnológica, y la otra por estallar, la inmobiliaria) y estertores neoliberales que visten de alcistas mercados bajistas con la nada sana intención de arruinarnos a todos. Y por mucho optimismo que desprenda este mundo virtual por el que navegamos y alguna imagen benévola nos ilumine el camino, no hay más que cenizas a nuestro alrededor y pocos indicios de que ningún Ave Fenix vaya a resurgir de ellas.
La opa sobre Terra recuerda viejos tiempos 'enterrados' en ilusiones que se trastocaron en papel inservible. Pero los más ilusionados confiábamos en que a pesar de Agut y de la inutilidad manifiesta de quienes dirigían el barco, alguien no tardará en gritar tierra a la vista señalando hacia un Ebitda positivo que sigue siendo un sueño. Resultaba además crucial, porque Terra era mucho más que un icono. Pero he aquí que una vez más se secuestra el futuro a los ahorradores, a los emprendedores y a los inocentes que creían que los tiburones habían abandonado las cálidas aguas del futuro.
La decisión de opar a Terra por menos de lo que hay en el cajón y muchísimo menos de lo que sus expectativas futuras deberían cotizar a poco que se pusieran al frente competentes e ilusionados profesionales aterra. Y más aún lo hace el silencio que mantendrá la CNMV sobre el hecho evidente de que la exclusión de los minoritarios es una evidencia, por más que se disfrace. ¿Cómo considerar un tercero a Telefónica, que es el núcleo duro de la propia Terra? Sólo porque de lo contrario sería inviable la opa, como este diario matizaba con claridad meridiana el jueves recordando el caso Meliá.
Aunque no menos aterradora resulta la propuesta de los expertos que asesoran al Gobierno para el nuevo plan de la sociedad de la información. El director general, Leopoldo González-Echenique, ha amenazado con traernos en un mes un plan que proviene de la Comisión Soto y que recoge el dislate de pretender hacer llegar la banda ancha 'a todos los puntos de nuestra geografía', para a continuación plantear la 'no generalización de las tarifas planas' con la disculpa de los 'problemas de colapso'.
La amenaza no sólo entierra las esperanzas de superar en España la brecha digital entre adinerados y clases humildes, sino que se empeña en profundizar en los grandes logros conseguidos hasta ahora: colocarnos en la penúltima posición de uso de Internet en Europa o auspiciar códigos de conducta contrarios a la ley.
Terra fue el ejemplo de la política seguida por las telefónicas que campan a sus anchas en perjuicio del interés general. ¿Recuerdan qué hizo desaparecer a muchos pequeños proveedores de Internet regalando conexiones? Ahora que se ha borrado del mapa a los independientes y el mercado se reparte entre los tiburones, la Administración más neo y menos liberal de la derecha europea nos sentencia a pagar por el pecado original de que existan piratas, aunque podría ser cualquier otra la disculpa.
Se pueden hacer mal las cosas por incompetencia de los responsables, casualidades mundanas, causas exógenas y millares de ocurrencias más. Pero todo resulta demasiado casual como para no pensar en intereses del lado oscuro por hacer que todo cambie, siempre que todo siga igual. Que el progreso siga enterrado y que los ciudadanos de a pie sigamos aterrados. Como nos recuerda el Moore de Bowling for Columbine, sólo el miedo controla una sociedad con rigor y eficacia.
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