El ángel de la guarda no duerme

No hay creencia religiosa que no tenga en su muestrario símbolos, imágenes o iconos en los que fundamentar, como hecho casi tangible, la fe. La figura de los ángeles siempre ha sido muy discutida en el catolicismo. Algunos, incluso, se entretienen desde siglos en discrepar sobre el sexo de los mismos. Otros, en ampliar sus conocimientos y catalogar las diferentes clases del coro celestial: alados, arcángeles, querubines y demás.

Los católicos más pequeños carecen, por definición, de tanto conocimiento, pero sí están a gusto, en sus sueños, con el denominado ángel de la guarda. Los detractores de éste, que generalmente no son católicos, dicen que nunca existió, que es un producto más de la imaginación de aquellas madres que convencían a sus hijos más pequeños de que había que irse a la cama y no molestar más. Resulta que los más pequeños suelen tener miedo y ver fantasmas y ruidos donde no los hay. Solución: recurrir al ángel de la guarda y convencer a los púberes de que éste va a velar su sueño para que no le suceda nada. En la Bolsa actual sucede lo mismo. Desde la semana anterior a la invasión a Irak hay un ángel de la guarda que evita que los índices caigan al precipicio. Siempre que el horizonte aparece con nubarrones muy negros por el miedo a la deflación, por los malos resultados económicos o por el temor a un resurgir de las tensiones geopolíticas, aparece el ángel de la guarda, que para algunos es la extensión de la mano divina, pero con alas, y lleva los índices a terreno firme.

Desde la semana anterior al comienzo de la guerra de Irak hay una fuerza poderosa, a buen seguro la que tienen en estos momentos los hedge funds, que evita situaciones de peligro, es decir, que se reproduzcan episodios indeseados de pánico vendedor. Se trata de mantener la creencia de que el futuro será mejor y de que las Bolsas ya lo anticipan con su evolución.