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Tribunales

De la Rosa dice que KIO pudo engañarle y que no se llevó 'ni una peseta'

Javier de la Rosa fue el primero de los cuatro acusados que declaró ayer en el juicio que se celebra en la Audiencia Nacional por el presunto desvío de 42 millones de euros en las sucesivas ventas de Icsa e Impacsa (del Grupo Torras).

De la Rosa, muy tranquilo y con ganas de dar todo tipo de explicaciones a la Sala, se remontó a 1982 y contó todos los pasos y detalles que rodearon la compra de Impacsa, la inversión de KIO en Torras Hostench (en 1986) y la venta de Icsa a Impacsa, así como las sucesivas compraventas de estas mercantiles.

De la Rosa aseguró a preguntas de la fiscal anticorrupción que no asumió ninguna función ejecutiva en las operaciones presuntamente irregulares e insistió en que sólo cumplió órdenes verbales de KIO. De la Rosa se enfrenta a 19 años de prisión por los delitos de apropiación indebida, maquinación para alterar el precio de las cosas y falsedad. Y fue rotundo cuando dijo que no se llevó dinero.

El acusado aseguró que el dinero de la venta de Icsa (71 millones de euros) 'fue a KIO y si KIO ha considerado gastarlos en pagos o me ha engañado o ha querido engañarme diciendo que era para pagos pendientes y luego es para pagarse a sí mismo, pues bien, yo sólo fui el mero transmisor de las órdenes y no cobré ni un solo dólar ni una sola peseta'. Cuando el financiero explicó la venta de Icsa a una sociedad llamada Croesus por más de 25 millones de euros, dijo que 'los señores de KIO que estaban en el consejo de administración de Impacsa nunca hubieran vendido Icsa a Croesus si ésta no estuviera controlada por ellos'.

Icsa había sido comprada previamente por Impacsa por 11,4 millones de euros. Luego Icsa pasaría por otras dos sociedades más hasta ser comprada finalmente por la irlandesa Smurfit por 71 millones de euros. Según De la Rosa, el dinero por la venta de Icsa sirvió para realizar pagos pendientes de KIO (incluso con algunos de los acusados como Juan José Folchi, Narciso de Mir, ya fallecido, y Jorge Nuñez), para comprar un avión Falcon 50 o para invertir en un grupo empresarial de Portugal.

De la Rosa entregó un documento al tribunal en el que detallaba cada pago, aún por comprobar a través de comisiones rogatorias pendientes. El desvío del dinero se hizo a través de dos cuentas suizas, Carnation y Stuart, de las que eran titulares De la Rosa y su esposa, Mercedes Misol. Por estas cuentas pasó la venta de Urbanor, según el financiero, que insistió en que eran de KIO y que él nunca se benefició porque no eran suyas. Y añadió que tener cuentas en el exterior era la forma de trabajar de los kuwaitíes.

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