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El espejo de los fondos

Un debate importante

Juan Ignacio Crespo

A las preocupaciones de la economía y la guerra ha venido a sumarse recientemente la neumonía atípica. Su alcance empieza a afectar a todos los órdenes de la actividad comercial en el Extremo Oriente provocando, entre otras muchas cosas, caídas en el precio de las materias primas que mayor demanda tienen en esa zona (el platino para joyería en China, por ejemplo). Por ahora, ese efecto no se ha dejado sentir sobre el precio del oro (que se está beneficiando de la debilidad el dólar) aunque sí sobre el del petróleo y sus derivados (el queroseno para aviación, por ejemplo, fruto de la reducción de la demanda por parte de las líneas aéreas en Asia).

El impacto sobre las economías asiáticas de la epidemia de neumonía parece que va a ser, pues, importante, sumándose al estancamiento en el que sigue la economía mundial así como presionando a la baja los precios de las materias primas y la rentabilidad de los fondos que invierten en ellas: los siete que se distribuyen en España acumulan, en la parte transcurrida de 2003, una pérdida media de casi el 5%, la mayor parte debida a la depreciación del dólar. Con el giro que están tomando los acontecimientos, lo más probable es que esas pérdidas aumenten a lo largo de las próximas semanas.

Entretanto, la economía de los EE UU sigue sin mostrar claramente cuál es su nivel de actividad. Según los datos del Departamento de Comercio, el PIB ha estado creciendo con desigual vigor desde el otoño de 2001. Sin embargo, el organismo encargado de fijar las fechas de inicio y fin de las recesiones (el National Bureau of Economic Research que, dicho sea de paso, no es un ente público) no ha dicho aún nada sobre si eso significa que la recesión se terminó por esas fechas. En algunas ocasiones este organismo tarda mucho tiempo en manifestarse. Tanto que, a pesar de que la anterior recesión se había terminado en marzo de 1991, no se decidió a anunciarlo hasta diciembre de 1992, un año y nueve meses más tarde. De esta manera queda claro que ese anuncio no se produce hasta tener la seguridad de que o bien la economía está creciendo con fuerza o, si sigue débil, esa debilidad forma parte de un nuevo proceso recesivo que no es continuación del anterior.

La economía estadounidense sigue sin mostrar claramente cuál es su nivel de actividad

También el acuerdo sobre la fecha del inicio de las recesiones es difícil de alcanzar, y en la del año 2001 sólo se logró por vía de aproximaciones sucesivas. Si el Departamento de Comercio lo fijó en el tercer trimestre de 2001, que fue cuando el PIB experimentó su primera contracción, el National Bureau lo situaba, poco después, en marzo de 2001. Es decir, tres meses antes. Pero tampoco esto iba a ser definitivo: el propio Departamento de Comercio hacía público meses más tarde que, en realidad, la recesión había comenzado en enero de 2001, ya que fue en el primer trimestre cuando se había iniciado la contracción del producto interior bruto (con esto revisaba a la baja con mucho retraso los datos de tres trimestres).

Las cifras de empleo recientes han empeorado sensiblemente en los EE UU y esto hace inevitable la conclusión de que su economía se mantiene estancada o en recesión (al menos según los criterios del National Bureau, que no sólo se fija en el crecimiento del PIB). De una discusión con apariencia bizantina dependen las decisiones que vayan a tomarse sobre ingentes volúmenes de inversión.

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