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Polvo en suspensión

Las empresas revisan sus planes para el resto del año tratando de adaptarse al nuevo entorno. Santiago Satrústegui es más optimista para los mercados en términos globales que para el mercado doméstico

Casi por sorpresa, sin tiempo todavía para que lo creamos del todo, la guerra en Irak ha terminado. Es probable que quede mucho por hacer hasta que se consiga una situación de normalidad en la zona, pero la humanidad debe felicitarse por el fin de las hostilidades, al menos de las convencionales.

El coste de la guerra y su duración han sido mucho menores a lo esperado. Incluso en el cómputo más terrorífico, que es el de vidas humanas, donde cualquier cifra superior a la unidad es una pérdida infinita, las bajas han sido mucho menores que lo que hubiéramos imaginado hace un mes, en el supuesto más optimista.

Los mercados financieros, que se habían resignado a pasar por un largo purgatorio, están tratando de asimilar el nuevo escenario, mientras los analistas tratan de recopilar toda la información posible sobre los fundamentos de la economía mundial posconflicto, para poder hacer una estimación sobre su rumbo.

Teniendo en cuenta el nivel de desinformación que hemos tenido sobre los acontecimientos y sus repercusiones en todos los ordenes, será necesario un tiempo para que el polvo de la tormenta del desierto se pose y empecemos a ver con algo más de claridad.

En los últimos días el Fondo Monetario Internacional ha sido capaz de presentar un informe con una estimación a la baja del crecimiento mundial por el impacto de la guerra para acto seguido avisar de que el rápido desenlace de la misma hará cambiar sus estimaciones.

La hipótesis del barril de petróleo a 80 dólares se descarta casi al mismo tiempo que la Organización de Países Productores de Petróleo habla de recortar producción por miedo a una fuerte caída del precio del mismo.

Mientras las empresas informan sobre los resultados de un primer trimestre, marcado por la contención en la inversión, revisan a toda prisa sus planes para el resto del año tratando de adaptarse al nuevo entorno.

Desde la neblina que nos rodea, casi por intuición, mi pronóstico para los mercados financieros es positivo en términos globales y mucho menos esperanzador en términos de nuestro mercado doméstico.

Globalmente, las posiciones de las principales economías mundiales están mucho más cercanas de lo que se comunica. Habrá un acuerdo para la recuperación de Irak y de la zona y se consensuarán políticas para incentivar un desarrollo económico que aporta beneficios para todos. Ya han empezado a aparecer mensajes a favor de una mayor flexibilidad en los déficit para fomentar el crecimiento y se habla también de bajadas adicionales de los tipos de interés.

En el plano interno, la posibilidad de alinear intereses me parece mucho más complicada. La radicalización de las posiciones políticas respecto a la guerra en Irak nos han hecho mucho daño, sin que lamentablemente hayan beneficiado en nada al pueblo iraquí, y para cerrar esa herida en nuestra sociedad será necesario un alto grado de sensatez que políticos, intelectuales y medios de comunicación siguen sin demostrar.

Que tras la paz llegue la democracia a Irak es muy importante, pero hoy me preocupa mucho más que seamos capaces de consolidar la nuestra.

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