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Presente

Irak, guerra y posguerra

Es imposible saber qué tipo de mundo vamos a conocer después del ataque a Irak. Carlos Solchaga señala algunos aspectos de la situación actual y el próximo futuro

Transcurridos ya 15 días desde el comienzo de la guerra, muchas cosas quedan todavía por aclarar, como la duración y el coste de la guerra, directo e indirecto, en tanto que otras van quedando medianamente claras, como la diferencia ya sabida entre la capacidad tecnológica de uno y otro bando, o el hecho de que la ocupación de Irak es, como todo el mundo sospechaba, el objetivo principal de quienes han desencadenado la guerra.

En los años venideros esta guerra y aquellas otras que puede provocar o que quizá está ya anunciando será considerada como la primera guerra imperialista del siglo XXI. Los historiadores la presentarán como un conflicto artificialmente provocado con la excusa de un proceso de desarme por parte de Irak que podría haberse culminado por procedimientos diplomáticos y que los Estados Unidos, Inglaterra y España de manera señalada no quisieron que fuera así. No es probable que enfoquen la guerra como una de liberación y democratización de Irak ni como la primera pieza a partir de la cual se empezó a construir un nuevo orden internacional más seguro y más justo que el que con muchos defectos y sin demasiado éxito había venido funcionando desde el final de la Segunda Guerra Mundial y había sobrevivido durante un tiempo a la conclusión de la guerra fría. Antes al contrario, es probable que la consideren como el primer paso en un periodo de desorden internacional, en el que el Derecho internacional, la seguridad mundial y la convivencia entre las naciones atravesarán una época oscura de xenofobia, rencores y aumento del terrorismo.

Pero, en fin, es preciso reconocer que esta conclusión, como dijo Mark Twain hablando de la noticia de su propia muerte, es un tanto prematura a estas alturas. Qué tipo de mundo vamos a conocer después del ataque a Irak no se puede saber, pero sí se pueden señalar algunos aspectos de la situación actual y en el próximo futuro cuya resolución en uno u otro sentido abonarían la vuelta rápida al orden y legalidad institucionales ahora transgredidos o, por el contrario, abrirían camino a una era más o menos larga de desorden internacional y regresión jurídica.

El primero de ellos es sin duda el hecho de que el ataque anglo-americano quede reducido al territorio de Irak y no desemboque por otra parte, en una partición de este país. Si el conflicto se extiende a Siria o Irán, por poner un ejemplo, o Israel provoca la ruptura de hostilidades en Siria o Líbano; si la reacción de la población en Jordania o Egipto desestabiliza los regímenes políticos en estos dos países o si una combinación de algunos de estos acontecimientos rompe el delicado equilibrio de Oriente Próximo cabe poca duda de que la vuelta al orden internacional consensuado por todas las partes se hará extraordinariamente difícil.

Otro tanto pasará si en un espacio de tiempo limitado los países desencadenantes de la guerra no hacen lo posible por restaurar la normalidad en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU, en las relaciones transatlánticas o en el seno de la propia Unión Europea. Todo ello, sin embargo, pasa por aproximar posiciones sobre cuál va a ser el futuro de Irak después de Sadam, qué papel van a jugar las fuerzas de ocupación, cómo se va a llevar a cabo la reconstrucción del país y cómo la ONU puede prestar legitimidad a un proceso, el de la reconstrucción de la economía iraquí y la institucionalización de un país democrático y pacífico, que no es sino la consecuencia de un acto ilegal, el ataque contra Irak al margen del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. La verdad es que no va a resultar fácil hacerlo y, sin embargo, es crucial acertar en el intento. Porque en ausencia de una legitimación del proceso de creación de un nuevo Irak, todo lo que siga estará basado en la ilegalidad y el desorden. Pero también es cierto que el futuro que se construye sobre la base de una apariencia de legalidad tan sólo será un futuro precario y origen de nuevas inestabilidades.

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