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Columna
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Una ocasión para liberar el gas

Miguel Ángel Fernández Ordoñez

Dicen los mentideros de la Villa de Madrid que la opa de Gas Natural sobre Iberdrola tiene pocas posibilidades de salir adelante porque no le gusta no sé si al Gobierno o a los amigos del Gobierno. Sería una lástima porque, después de haber visto en los últimos años todo un cúmulo de aberraciones estructurales en el campo del sector energético en España (la fusión de Fecsa, Sevillana y Endesa, los intentos de fusión Endesa-Iberdrola, etcétera), por primera vez aparece una iniciativa que, adecuadamente condicionada, podría suponer un avance en la competencia en el sector energético.

Ciertamente que una aprobación de la operación sin condiciones sería un auténtico dislate, ya que el gas pierde uno de los competidores (Iberdrola) y el sector eléctrico pierde el único que hasta ahora había hecho algo (Gas Natural), pero, dado que nuestro sistema permite introducir condiciones a la fusión, la convierte en una ocasión atractiva para mejorar el funcionamiento del mercado del gas.

El Gobierno, una vez escuchado el informe del Tribunal de Defensa de la Competencia, tiene la posibilidad de establecer algunas condiciones, como la separación radical entre los suministradores (Gas Natural y otros) y el transportista y operador (Enagás), o la revisión de los derechos de acceso a las plantas de regasificación que ostenten Gas Natural e Iberdrola, o, si se quiere entrar en un terreno más delicado, decidir sobre los problemas que plantea que la nueva empresa sea dueña de los activos de distribución de gas y electricidad en aquellas zonas donde coinciden Iberdrola y Gas Natural, lo que dificultaría a los competidores llegar a los clientes de esa zona, etcétera. Con este tipo de condiciones el resultado final de esta opa pudiera ser un mercado del gas más competitivo que el que tenemos ahora.

También se podría pensar en imponer condiciones que pudieran favorecer el funcionamiento del mercado eléctrico. Lo que sucede es que, a diferencia del gas, donde la competencia es escasa, pero existe, en el mercado eléctrico español, como se sabe, la competencia es absolutamente inexistente.

No es razonable esperar que el mercado eléctrico español pueda mejorar algo a partir de establecer condiciones a una operación de fusión, puesto que no sólo tiene un problema de estructura, sino un problema mucho más serio de mal funcionamiento de todo el sistema de incentivos, que ya no favorece ni a consumidores, ni a las empresas eléctricas, ni a nadie.

Las sucesivas decisiones del Gobierno actual han llevado al sector eléctrico a una situación tal que, si hoy alguien quisiera honestamente liberalizar, le sería mucho más difícil conseguirlo que en 1996.

Pero es verdad que, pensando en un futuro lejano, pudiera utilizarse también esta ocasión para, por ejemplo, revisar la concentración de activos hidroeléctricos en manos de Iberdrola, pero debería hacerse con tiento, pues pudiera suceder que al final la operación no saliera adelante.

Si la liberalización eléctrica ha fracasado en nuestro país, no se puede decir lo mismo de la apertura del mercado del gas que, gracias a que se importa del exterior, ha permitido la entrada de nuevos competidores en una magnitud e importancia que no tiene nada que ver con el mercado eléctrico.

La adjudicación de Naturcorp a Hidrocantábrico por parte del Gobierno vasco ayudará también a la competencia, aunque a todos nos gustaría que, cuanto antes, EDP y EDF dejen de ser empresas públicas.

Ahora el Gobierno central, condicionando la concentración de Gas Natural e Iberdrola, tiene la ocasión de dejar un sector del gas funcionando en condiciones de competencia, lo que sin duda será muy positivo para la economía española. Este debe ser su objetivo y no el de pensar en sus amistades.

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