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Tribuna
Columna
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Guerra y paz

Una vez comenzada la guerra, no sirve para nada gritar exigencias de alto el fuego o retiradas de tropas. En el estado de la cuestión debemos desear una finalización rápida y lo más incruenta posible. Tal vez el gran pecado de Sadam ha sido ser un tirano, rico y chulo. Me explico.

En la visión antigua de la comunidad internacional, digo antigua a la que existía antes del pasado día de San José, un país soberano no podía ser atacado, salvo que se tratara de una dictadura con armas de destrucción masiva. Tales armas sí que pueden usarse ofensivamente por el tirano, y nunca tienen la consideración de disuasorias. En cualquier momento, de tener tales aparejos bélicos, la puede emprender en guerras de conquista desiguales e injustas.

Para poder tener tales mortíferos cacharros ese tirano ha de ser rico, y, para usarlas, ser un tirano. O sea, que su poder es absoluto, sin cortapisas, sometido exclusivamente a su sola caprichosa voluntad. El malo de Sadam ha demostrado, y bien, que su dictadura es tiránica. Aparte del comportamiento con los kurdos, ahí están sus guerras agresivas e imperialistas contra Irán y Kuwait. Cuando la comunidad internacional se planta y le exige la desaparición de los artilugios letales máximos ha demostrado un tira y afloja permanente, claramente chulesco, durante más de 10 años, revelando una voluntad absolutamente renuente a no bajarse de su burra. Por fin parece que cede. Pero por la sencilla razón de que tiene a la puerta 250.000 soldados, con sus pertrechos, con el mayor despliegue marítimo y aéreo de la historia, con la decisión firme de imponer su desarme. ¿O es que alguien piensa que de otro modo hubiera cedido?

Imaginemos que los inspectores hubieran estado allí tres, seis meses más, que certifican que ya no tiene el tirano las armas que motivaron la inspección y la movilización de tropas. Que luego el ejército disuasorio se repliega. ¿Quién puede, no ya garantizar, sino pensar que no volvería a las andadas? Por eso me pongo en el pellejo de Bush, y la cosa no parece tan descabellada. Incumplimiento del derecho internacional, sí. Pero ¿servía el derecho internacional de antes de San José? ¿Era suficiente?

Una vez desaparecidos los bloques fuertes, se me antoja cada vez con más claridad que es necesaria la creación de Europa como bloque político. Con una única política exterior, tanto en las relaciones internacionales como en el comercio y en la defensa.

El derecho internacional tiene poco de derecho al no ser coactivo, su cumplimiento depende de la voluntad de sus actores. No es bueno que un actor abuse del derecho, tampoco lo es que otro le obligue a su antojo. La situación abre una gran incertidumbre ante el futuro, en cuanto cómo reequilibrar el mundo. Posiblemente las cosas vuelvan al viejo cauce de las Naciones Unidas, sabiendo que sirve sólo para asuntos pequeños. Ya hemos asistido a incumplimientos flagrantes de sus resoluciones -piensa en Gibraltar o Israel-. La verdad es que cuando el gallo no quería no se ordenaba el gallinero. Nos habíamos creído que la ONU podía servir para todo; ilusión. Antes no lo hacía, ahora se ha hecho patente. Se hace imprescindible la necesidad de contar con un nuevo gran poder con nuestra Europa, que se forme en el futuro próximo, que cuenta con todos los elementos para ser tal, excepto la decisión de serlo y asumir su papel.

Luego, espero que pronto, volverá la paz. No creo que detrás del papel estadounidense exista ningún tipo de afán ni imperialista, ni expansionista. No les hace falta. Tendrá que venir la necesaria reconstrucción de Irak, todos deberán participar en ella. Algunos pensarán que asumir la situación como está es una bajada de pantalones, aceptar que hay un país, muy, muy fuerte que hace lo que cree conveniente sin consideración a los demás. Es un problema de resignación. Lo cierto es que ese país tan fuerte ha dado pruebas sobradas en la historia que, a veces, no es tan malo. Aunque también las ha dado de que puede llegar a la perversidad.

De todas maneras se hace duro creer que el prepotente no llegue a abusar de su fuerza. Ahora habrá que exigir que el jarabe de palo se administre de igual manera a los que han hecho méritos para merecerlo. Es cierto que el justo comete injusticias, pero si tiene enfrente o al lado a otro justo, bien se librará de la tentación de la injusticia.

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