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Juan Antonio Samaranch

'Para estar en el poder hay que tener ilusión'

Desde que se jubiló del Comité Olímpico Internacional, Juan Antonio Samaranch lleva una vida, según él, reposada, que incluye 45 minutos de gimnasia al día. En su carrera hay luces, pero también sombras, como el escándalo de Salt Lake City

Sólo dispone de 20 minutos para la entrevista. Juan Antonio Samaranch, uno de los hombres que más poder ha amasado a lo largo de su trayectoria, continúa, a los 82 años, vinculado al mundo empresarial. Es presidente honorario del Comité Olímpico Internacional, institución que regentó durante 21 años, y miembro del consejo asesor internacional del IESE, encargado de aconsejar en temas de formación de directivos. Desde que se jubiló, lleva una vida reposada, pero no perdona sus 45 minutos de gimnasia diaria. Cursó estudios mercantiles y durante 12 años presidió La Caixa. Ha sido el primer embajador español en Rusia, pero también concejal del Ayuntamiento de Barcelona, presidente de la Diputación de Barcelona, delegado nacional de Educación Física y Deportes y una retahíla de altos cargos en empresas e instituciones. Pero no todo son luces en la vida de Samaranch, que cerró su carrera profesional con dos tragos amargos: declarando ante el Congreso de Estados Unidos por el escándalo de la candidatura de Salt Lake City, ganadora de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2002, que originó una cadena de dimisiones de directivos por cobro de comisiones y regalos. También fue citado a declarar como imputado en el caso Ercros.

Pregunta. ¿Cuál es el secreto para permanecer tantos años en el poder?

Respuesta. Es difícil responder. Lo que te mantiene en un cargo, ya sea público o en una empresa privada, es la ilusión por ocupar esa posición. Y esa ilusión es la que te hace mantenerte en el poder y servir a la institución o empresa a la que perteneces con todo entusiasmo desde el primer día. Pero, a la vez, es necesario saber que la mayoría de los altos cargos significan sacrificio.

P. ¿Qué tipo de sacrificio?

R. Fundamentalmente, familiares. Cargos como los que yo he tenido son bastante absorbentes. Para mí, por ejemplo, ha significado no vivir en mi país durante 25 años. Cuando estás inmerso en estas obligaciones y aceptas este tipo de responsabilidades, es importante tener una gran capacidad de adaptación y de sacrificio.

P. ¿A nivel personal merece la pena tanto sacrificio?

R. Cuando desempeñas un cargo y has aceptado, tienes que ser responsable y desempeñarlo. No es obligatorio, nadie te fuerza, pero también tienes que saber que para el cargo que sea hay muchos candidatos dispuestos a ocuparlo. Y si lo aceptas, tiene que ser con todas las consecuencias.

P. Pero ahora parece estar mal visto no saber compaginar la vida personal con la profesional.

R. Eso queda muy bien decirlo, pero después está la realidad. Cuando aceptas un cargo, llega el primer fin de semana y te llevas trabajo a casa o aceptas resolver algún tema pendiente, luego llega el segundo fin de semana y el tercero, y así te ves inmerso en la dinámica del puesto. Por ejemplo, en la actividad que yo he tenido en los últimos años, la deportiva, todos los actos los tenía en fin de semana, con lo cual era muy difícil desconectar. Yo he tenido la suerte de tener a mi esposa al lado, que me ayudó muchísimo y comprendía perfectamente las obligaciones que tenía.

P. ¿Nota diferencias entre las nuevas hornadas de directivos y su generación?

R. El cambio más radical es que ahora los ejecutivos están más preparados de lo que estábamos en mi época. Las nuevas generaciones tienen, afortunadamente, una visión global del mundo que no se tenía antes. En este sentido, tengo que destacar la labor que ha desempeñado el IESE para preparar a empresarios que puedan competir a nivel internacional. Los ejecutivos, en estos momentos, tienen que prepararse para competir a nivel internacional. æpermil;sa es la gran prioridad.

P. Algunos han olvidado que es necesario también mantener unos principios dentro de la empresa.

R. Pero no sólo en el mundo empresarial. Los principios éticos son indispensables, especialmente en una persona que está al frente de una compañía. Hay que dar ejemplo para saber respetar y transmitir esos principios a sus colaboradores. Las personas que pueden marginar esos principios lo hacen por una ambición desmesurada y fuera de lugar.

P. Usted cerró su carrera con el escándalo de corrupción en la candidatura de Salt Lake City, ganadora de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2002.

R. Han sido los momentos más difíciles de mi carrera saber que algunos miembros hubieran recibido favores para que se tuviera en cuenta la candidatura. A algunos los expulsamos del Comité Olímpico Internacional (COI), otros dimitieron. Para mí tiene tanta culpabilidad el que lo acepta como el que ofrece los favores. Al final no hubo sanción para nadie, pero fueron momentos tormentosos que se paliaron con mi presencia voluntaria ante el Congreso de Estados Unidos. Con esta presencia y mis explicaciones se archivó el problema.

P. ¿Qué aprendió durante esta crisis?

R. Lo positivo fue que algunos miembros del COI se asustaron y eso me permitió proponer cambios drásticos en la organización que en una situación de normalidad no hubiera sido posible. Hoy en día, el COI es una institución más participativa y transparente de lo que era antes. Gracias a esta crisis, pudimos transformar la organización y dejarla a nuestros sucesores más fuerte y con mucho más prestigio.

P. ¿Es importante dar la cara y asumir los errores?

R. Es fundamental. Tengo que reconocer que yo me lo pensé bastante y fui a declarar voluntariamente con una sola condición. Quise hablar en español, no en inglés.

P. ¿Por qué?

R. Esa es una lección que aprendí cuando era embajador en Moscú. Un asunto importante conviene tratarlo en el idioma de origen, por muy bien que se hablen otros idiomas. Es la única manera de defenderte y exponer con claridad lo que quieres decir.

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