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La Atalaya

El desorden mundial

Bush padre quería forjar, tras la caída del muro de Berlín y posterior desaparición del comunismo en Rusia y en los países del Este de Europa, un nuevo orden mundial, basado en el imperio de la ley, la libertad, la democracia y el libre comercio. No lo logró, entre otras cosas, porque perdió las elecciones de 1992 y la política exterior de su sucesor, Bill Clinton, fue hamletiana y zigzagueante. El 11 de septiembre, erróneamente considerado por muchos como un atroz atentado terrorista, pero, al fin y al cabo, sólo un atentado, cambió todos los planteamientos existentes desde la II Guerra Mundial y ahora nos encontramos en pleno desorden mundial.

Quizá me equivoque, pero creo que 1989 y 2001 se incorporarán a la historia como fechas tan significativas como 1648, Paz de Westfalia; 1815, Congreso de Viena o 1946, fundación de la ONU en San Francisco. Porque lo que es indiscutible es que lo que hay hoy -ONU, OTAN, UE, etc.- no sirve en su configuración actual, como lo evidencia el caos generado por el conflicto con Irak. Porque, nos guste o no, y como señalaba recientemente Rafael Bardají en Abc, con la desaparición del bloque comunista, el mundo ha dejado de ser bipolar para convertirse en unipolar, 'que no significa necesariamente unilateral', con una potencia hegemónica, EE UU.

En el caso de Irak, el mundo se encuentra fragmentado en dos bloques, liderados por EE UU, con el acompañamiento de Gran Bretaña y España, y por Francia, flanqueada por Alemania, Rusia y China, una alianza que confirma el viejo dicho anglosajón de que 'la política hace extraños compañeros de cama'. ¿Estamos ante un nuevo reordenamiento estratégico? No lo sabemos. Lo único claro es que hay una serie de países, liderados por la Francia de Jacques Chirac, que se niegan a aceptar, y están en su derecho, la realidad de la unipolaridad del mundo y quieren crear una especie de 'nuevo eje', en un intento de contrarrestar el creciente poderío estadounidense. ¿Triunfarán en su empeño? A corto y medio plazo, me permito dudarlo ante la desproporción de medios económicos y militares de uno y otro campo. Lo que resulta evidente es que los 'daños colaterales' causados por la crisis de Irak han sido devastadores, incluso antes del comienzo de una eventual intervención militar.

La peligrosa obsesión de Bush con Sadam Husein es correspondida por la obcecación de Chirac con vetar una segunda resolución 'cualquiera que sea su redacción'. El resultado es un Consejo de Seguridad increíblemente más dividido que en los mejores tiempos de la guerra fría. En la UE, el fraccionamiento está a la vista. Pero los intentos de la Francia de Chirac de romper el vínculo transatlántico están condenados al fracaso. ¿Cree de verdad Chirac que los países periféricos (Reino Unido, España, Portugal, Holanda, etc.) y las nuevas incorporaciones a la UE de las naciones del centro y este europeos van a confiar más, a efectos de su seguridad, en París, Berlín, Moscú y Pekín que en Washington, Londres y Tokio? Como ha declarado recientemente un diplomático checo recordando la crisis de los sudetes, '¿garantías de Francia? No, por favor. Ya tuvimos el precedente de 1938'.

Lo único seguro es que la intervención militar, con o sin resolución del Consejo de Seguridad, se producirá antes de fin de mes para detrimento de la ONU, que esta misma semana se ha mostrado incapaz de resolver un problema mucho menos grave, la división de Chipre.

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