El sector de las fusiones frustradas
Cuando ya parecía hecha, fue deshecha la fusión entre Endesa e Iberdrola, el mayor proyecto de concentración que ha conocido el sector energético en España. Nunca hubo una unión entre Unión Fenosa e Hidrocantábrico como la que se planteó hace tres años. La propia Gas Natural ya había frenado una opa sobre Iberdrola como la de ayer. En todos estos casos los planes de la industria tropezaron con obstáculos políticos.
El criterio del vicepresidente económico Rodrigo Rato, según el cual el número de agentes en el mercado eléctrico no podía bajar de cuatro, no ha logrado hasta el momento ser esquivado por unas empresas deseosas de ganar tamaño para ser actores globales. Además, la Administración impidió ejercer derechos políticos en el sector a todo operador extranjero que tuviera participaciones estatales relevantes, como la francesa EDF o la portuguesa EDP. Estos vetos sólo se levantaron tras una reprimenda de Bruselas y acuerdos europeos de apertura de los mercados eléctricos.
La doctrina Rato se formuló después de que, en marzo de 2000, Unión Fenosa lanzara una opa por el 100% de Hidrocantábrico para competir con otra oferta hecha días antes por la estadounidense Texas Utilities.
En un primer momento, el Gobierno planteó a Fenosa como condición para autorizar la fusión que propiciara el nacimiento de otro operador significativo. Es decir, podría comprar Cantábrico si aceptaba un plan de desinversiones que venía a ser equivalente a lo que habría aportado la adquisición de su competidora. No hubo acuerdo. El Gobierno vetó la operación, la oferta de Fenosa fue retirada y en la batalla de Hidrocantábrico entraron nuevos actores: Ferroatlántico, el grupo de Villar Mir; las alemanas RWE y EnBW; la portuguesa EDP, y Cajastur. Las tres últimas entidades lograron finalmente el control de la cuarta eléctrica de España.
El guión se repitió, de forma inesperada, en el caso de Endesa e Iberdrola. Su anuncio de fusión, hecho público en octubre de 2000, planteaba crear un gigante eléctrico: el cuarto del mundo por capacidad instalada y el tercero por capitalización.
Por Iberdrola se había interesado también Gas Natural, con apoyo de Repsol, pero al cruzarse Endesa, el grupo gasista renunció a la opa ante la imposibilidad de un acuerdo amistoso y la indisimulada oposición del Gobierno.
La proyectada Endesa-Iberdrola debía evitar acumular un dominio abrumador del mercado español. Para vencer ese obstáculo se proponía vender activos en España y comprarlos fuera, o directamente canjearlos, para que pudiera formarse un nuevo operador doméstico sin que la resultante de la fusión perdiera tamaño global.
Cinco meses más tarde, Rodolfo Martín Villa e Íñigo de Oriol sorprendían anunciando que, dada la 'inseguridad jurídica y las incertidumbres inaceptables', renunciaban a su integración. Las condiciones del Ministerio de Economía -aunque más suaves que las propuestas por el Tribunal de la Competencia- se consideraron excesivas. Desde entonces se ha especulado a menudo con una resurrección del proyecto, sin que los protagonistas hayan dado pistas en ese sentido.
Eso sí, parte del plan de desinversiones se puso en marcha en solitario por Endesa, que vendió activos agrupados en torno a Viesgo a la eléctrica Enel, ahora el quinto operador nacional. La duda es si sigue vigente la doctrina Rato por la que debían ser al menos cuatro. ¿Cabría, ahora sí, una fusión que dejara una eléctrica menos?