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Consultora

McKinsey busca un nuevo líder capaz de devolver el prestigio a la firma

La consultora McKinsey culmina mañana el proceso de elección de su director general. En la que se ha dado en llamar la Firma, Ian Davis, director de la oficina de Londres, y Michael Patsalos-Fox, de la de Nueva York, compiten para hacerse con el puesto de máxima responsabilidad efectivo desde el 1 de julio, cuando el actual director general, Rajat Gupta deje su cargo. El nuevo líder deberá reorganizar prioridades, infundir moral y recuperar parte de la reputación manchada tras la explosión de la burbuja tecnológica.

Mañana se conocerá el nombre del nuevo director general de la consultora McKinsey. La reputada firma de consultoría puso en marcha el 17 de enero su complicado método de elección, en el que los 283 socios senior pueden ser elegidos además de ser electores. El proceso tiene dos fases que en primera instancia singulariza siete candidatos entre los que estaba el director de la oficina de Madrid, Juan Hoyos, y sus homólogos en Düsseldorf, Jürgen Kluge, y en Amsterdam, Robert Reibestein, entre otros.

Han sido, sin embargo, los directores de las oficinas de Londres y Nueva York, Ian Davis y Michael Patsalos-Fox, quienes han llegado a la segunda fase de esta elección para a la votación final. El resultado de esta elección, que algunos califican de vaticana, por su secretismo y la falta de programa de los candidatos, de los que apenas se facilitan datos desde la firma y no se hacen públicas sus fotografías, se conocerá mañana. El hecho de que no esté bien visto hacer campaña no plantea puertas adentro ningún problema a la hora de conocer a todos los candidatos, asegura el portavoz de la oficina neoyorquina. 'Se conocen por su trabajo y el sistema está basado en contactos previos por compartir proyectos, estudios, es la relación personal la que cuenta'.

El método ha funcionado hasta ahora, pero tras Rajat Gupta, nacido en India hace 53 años, la firma ha aumentado su tamaño. Uno de los sellos de los nueve años de Gupta en McKinsey es el aumento de las oficinas de 58 a 84 en todo el mundo, el de la plantilla de 2.900 personas a 7.700 y el de los ingresos hasta unos 3.400 millones de dólares. Un dato, en las últimas elecciones, las terceras que ganó a Gupta, votaron 241 personas. Nancy Killefer, socia de la oficina de Washington DC, admitía a Business Week que antes se conocía a todo el mundo, 'ahora es imposible'.

Un cambio necesario

Davis y Patsalos-Fox son, en cualquier caso, socios antiguos y aún conocidos por casi todos. Davis fue uno de los candidatos frente a Gupta en las últimas elecciones hace tres años y Patsalos-Fox, de origen chipriota y australiano, con más de 20 años en la consultora, disputó a Davis la dirección de la oficina de Londres. Finalmente terminó en la más oscura de New Jersey, aunque actualmente es el primer no americano al mando de Nueva York.

Se espera que la fumata blanca suponga no sólo un nuevo nombre al frente de la empresa fundada en 1937. Lo que se espera de Patsalos-Fox o Davis es un cambio que devuelva a la firma el esplendor de una reputación labrada en los setenta y los ochenta y que ha sido dañada a fines de los noventa por la dedicación entusiasta al fenómeno Internet incluso cuando se empezó a verificar lo sobredimensionado y sobrevalorado de la aventura tecnológica.

McKinsey, una empresa elitista que tiene a gala tener entre sus clientes a 147 de las 200 mayores empresas del mundo y unos ingresos anuales medios de 10 millones de dólares por algunos clientes, dedicó buena parte de su tiempo, esfuerzo y aumento de plantilla a atender las necesidades de empresas puntocom a las que se aplicaron estrategias que no impidieron su caída. A resultas de la explosión de esta burbuja creada alrededor de Internet, la empresa tiene los mismos problemas de sobredimensión de plantilla que algunas de las compañías que asesora y que han aplicado recortes. Según algunas fuentes, la productividad ha caído a los niveles más bajos en 30 años.

Algunos ex empleados aseguran que en los noventa se produjo un cambio de cultura en el que en vez de recompensarse las ideas se recompensaban los ingresos. El recientemente fallecido Marvin Bower, el hombre que creó la firma tras la muerte de su inicial fundador, expresó en ocasiones su crítica por el camino que tomaba la consultora.

Pero lo que más daño ha hecho a la firma es su relevante papel como consultora de empresas que han resultado ser un fiasco además de haber caminado por la senda de la ilegalidad. Uno de los ejemplos más relevantes es el caso Enron. Ya no es sólo que en las oficinas de la ahora quebrada empresa energética en Houston trabajaran algunos de los consultores, sino que el mismo consejero delegado de la empresa, Jeff Skillings, es un ex McKinsey.

La firma ayudó a Enron a formular algunas de sus estrategias fallidas, como el proyecto de banda ancha, la de intermediario de materias primas o la estrategia de creación de la subsidiaria financiera que tan en la lupa de los investigadores federales está en este momento.

Gupta envió a un equipo de estudio de la gestión de su compañía a Houston para concluir que no ha sido su culpa nada de lo que ha pasado. Así parece considerarlo, además, los investigadores. Otras empresas que han contado con su asesoramiento son Global Crossing y Kmart, aunque con esta última la relación terminó por discrepancias con el consejero delegado.

Al candidato Patsalos-Fox (ahora director de la oficina de Nueva York y experto en telecomunicaciones) se le reconoce el trabajo hecho con Carly Fiorina, presidenta de HP en la compra de Compaq y su visión empresarial. Davis es partidario, entre otras cosas, de reforzar el presupuesto de formación para todos los empleados. El británico es más de la escuela del abogado Bower, el precursor de la firma a la que imprimió una combativa y franca personalidad. Bower llegó a decir que el único problema de la compañía era él.

La compañía ficha a Chelsea Clinton

La decisión de McKinsey de contratar a Chelsea Clinton, hija única del ex presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, como analista de negocios en las oficinas de Nueva York ha sido objeto de todo tipo de comentarios. Los más críticos se preguntan por qué se le ofrece un puesto de tamaña responsabilidad y un sueldo de 60.000 euros a alguien con 23 años recién cumplidos y sin experiencia en el mundo de los negocios. Y dudan de que su recién estrenada licenciatura en Relaciones Internacionales por la Universidad de Oxford y su graduación en Historia de Stanford sean bagaje suficiente para abordar el cargo.Otros opinan que el nombramiento de Chelsea Clinton es buena publicidad para la compañía y que si en McKinsey contratan a alguien es porque saben que tiene algo que aportar, además del nombre. El trabajo que le espera a Chelsea Clinton no va a ser fácil, tendrá que hacer mucho análisis cuantitativo y empaparse de la particular cultura de la firma, opina un ex consultor del grupo. Chelsea Clinton ha entrado a formar parte de la comunidad McKinsey, que funciona como una gran familia, incluso cuando los empleados abandonan la compañía. Grandes titanes del capitalismo como Digby Jones, presidente del London Stock Exchange; Don Cruickhank, próximo director de la London School of Economics; Jeff Skilling, antiguo consejero delegado de Enron, y Juan Villalonga, ex presidente de Telefónica figuran en esta lista.

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