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Tribuna
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Cajas de ahorros, de este a sur, de norte a oeste

Las cajas de ahorros son una institución que desde hace decenios, en algún caso son centenarias, funcionan correctamente, honestamente y con resultados positivos en España. Es un colectivo básico del sistema crediticio y financiero. Las cajas de ahorros han sabido vadear temporales y situaciones de crisis, sin que pueda decirse que en caso alguno se hayan visto afectadas por la pérdida de confianza de sus clientes y tampoco que hayan merecido reproche público. Nada de esto ha sucedido.

Pues bien, a pesar de este hecho que afecta colectivamente a un muy numeroso grupo de entidades gestionadas con honradez y eficacia, vienen siendo objeto de ataques, abordajes y reiterados intentos de control por parte de los Gobiernos autonómicos. El fenómeno ocurre en nuestra España de hoy desde el este al sur y desde el norte al oeste. Es, por decirlo en términos de lenguaje geométrico, un fenómeno transversal.

No han bastado las transferencias de competencias en materias concretas o más generales. No ha sido suficiente con las legislaciones autonómicas reglamentistas, excesivamente intervencionistas, y, en algunos casos, dictadas desde la sospecha o la desconfianza. Se ha pretendido, y en algunos casos conseguido, nacionalizar los equipos de gestión (utilizo el término nacionalizar tal como lo encontramos en algunos textos legales, con raigambre histórica). Tampoco ello ha sido suficiente.

De lo que se trata, al parecer, es de manipular más que de gestionar, tomando el control de las cajas de las cajas.

Y no nos extraña. Las cajas de ahorros españolas han acordado destinar este año a obra social un 26,81% del beneficio neto, que supone la no despreciable cifra de 983 millones de euros.

También hemos sabido que el resultado de las cajas ascendió el pasado año a 3.667 millones de euros, lo que implica un aumento del 4,9% respecto al año anterior. De este modo, y el dato es importante, los recursos distribuidos por la cajas a obra social se incrementan en 46,8 millones de euros, un 5% más. Hay que reseñar que un total de esas entidades (entre las que están las significativas del sur, este y norte de España) realizarán un incremento de un 30% más de su beneficio neto; si se toma en cuenta lo ocurrido en los últimos seis años, las cajas de ahorros han asignado a la obra social más de 5.826 millones de euros, mientras que a la partida de reservas se han canalizado 13.753 millones de euros. ¿Alguien da más?

Estos datos explican la voracidad, la pérdida de formas, las ambiciones personales, algún que otro atropello que venimos observando en la realidad cotidiana por parte de determinados Gobiernos autónomos en relación con las entidades cajas de ahorros que tienen sede en dichas comunidades autónomas. No es un fenómeno particular, sino generalizado. Pero más grave en unos casos que en otros. Descaradamente.

Nos enseñó el maestro Séneca que la res publica tiene que ser gobernada con prudencia, respetando a quienes trabajan con conducta de varón esforzado (strenuus), hombre de principios (honestus) y con espíritu abierto a sus semejantes (humanus).

En el frontispicio de las sedes de las cajas de ahorros españolas recomendaría que figurara esta leyenda senequiana, con un añadido: 'Prohibida la entrada a personas ajenas a la casa. Silencio, se está trabajando'.

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