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Mariano Lacasa

'La empresa familiar te engancha desde niño'

Economista por la Universidad Complutense de Madrid, este aragonés nacido en 1947 se ha criado entre sacos de cacao y ha vivido la empresa como parte de la familia. Hoy consejero delegado, prevé nuevos horizontes para esta compañía, que ya tiene 150 años

Lacasa es una de las pocas compañías familiares que ha cumplido 150 años y goza de buena salud. El dicho de que la tercera generación deshace la empresa no es válido en este caso; bien al contrario, los actuales propietarios (bisnietos del fundador) tienen muy claro que la compañía debe seguir creciendo y modernizando su gestión. Por ello hace ya unos años que ficharon a un director general para llevar las riendas del día a día. En la retaguardia, José Carlos y Mariano Lacasa, vicepresidente y consejero delegado, respectivamente, velan para que la sociedad mantenga el ritmo vivo de la creatividad. No en vano, Lacasa fue la primera empresa española en fabricar el turrón de chocolate con almendras, inventó los Lacasitos y compró marcas como Conguitos y Bombones Uña para ampliar su oferta al consumidor. El grupo, que factura cerca de 63 millones de euros y exporta a 40 países, prepara ya el lanzamiento de nuevos productos y no descarta la compra de otras empresas.

Pregunta. No hay muchas compañías familiares que cumplan 150 años, ¿cómo lo han logrado?

Respuesta. Una de las claves es que la propiedad de la empresa se ha quedado como un solo tronco porque, a consecuencia del azar, no ha habido herederos que hayan contribuido a una disgregación del capital. Mi padre tenía un hermano que murió en un atentado maqui y, tras llegar a un acuerdo con la viuda, la empresa volvió a estar en una sola mano. Otro de los méritos corresponde a mi madre, que se quedó viuda en 1957, con treinta y tantos años, y tuvo el valor suficiente para hacerse cargo de la compañía y sacar adelante a sus cinco hijos. Ella siempre nos ha dejado libertad para hacer lo que quisiéramos, lo que ocurre es que, al estar la empresa en Zaragoza y debajo de nuestra casa, todos los hermanos la hemos vivido siempre muy intensamente porque era el sitio donde íbamos a jugar.

'Siempre tenemos una cartera con empresas para analizar. Actualmente, estamos estudiando la posible compra de tres compañías'

P. ¿Es empresario por vocación o por imposición familiar?

R. Bueno, yo he jugado entre sacos de cacao y de azúcar; hemos mamado la empresa y, al final, te queda un poso que te hace tener ilusión por ese proyecto familiar. Es algo que te tira, que te engancha porque siempre has estado metido en esa cultura. El primero en entrar fue José Carlos y luego yo y, cuando aparecían diferencias de opinión, mi madre era la que podía orden. Todavía hoy, con 89 años, sigue acudiendo a la fábrica y firmando talones.

P. ¿Cómo se gestiona una empresa de estas características?

R. Con mucha responsabilidad. Todas las decisiones deben ser sopesadas y muy medidas porque tienes sobre tus espaldas la responsabilidad de los 150 años de historia de la empresa y de las 700 familias que viven de ello.

P. Hace algo más de tres años se decide profesionalizar la gestión y dejar la dirección general a una persona ajena a la familia, ¿por qué se toma esa decisión?

R. En 1999 José Carlos y yo decidimos que había llegado el momento de salir de la gestión directa y que fuera José Luis Urbieta el que asumiera la dirección general. Urbieta era una persona de nuestra confianza y en su anterior empresa, Mauri, había demostrado que lo sabía hacer. Esta decisión se toma pensando en las siguientes generaciones; es un paso lógico y normal para preparar la sucesión de una manera suave. Cuando José Luis Urbieta se marchó porque le surgió otra oportunidad profesional, yo estuve una temporada de director general hasta que encontramos a Jorge Valls. Dentro de la empresa familiar es necesario establecer un protocolo que recoja todos estos aspectos y creímos que a nuestra edad y con las nuevas generaciones preparadas para entrar en la empresa había llegado el momento de nombrar a un director general ajeno.

P. ¿Cuándo pusieron en marcha ese protocolo?

R. El protocolo de empresa familiar lo tenemos ya desde hace 10 años en previsión de una sucesión. En él se recogen todos los casos posibles, como la salida de uno o varios accionistas, la incorporación de los hijos, condiciones para el ingreso en la compañía. Se trata de un marco de juego para que, cuando llegue el momento, todo esté bien definido.

P. ¿Cómo está actualmente repartido el accionariado?

R. Todo está en manos de la familia. A lo largo de los años, mi madre ha dado muestras de una gran generosidad desprendiéndose de parte de sus acciones, bien mediante donación o por venta. De este modo, ahora nominalmente tiene una participación de menos del 3%. Dentro de las nuevas generaciones, uno de mis hijos es ingeniero aeronáutico, que no tiene nada que ver, pero nunca se sabe. Y la hija mayor de José Carlos hizo empresariales y trabajó en Arthur Andersen. Eso quiere decir que cada uno ha tenido libertad para hacer lo que ha querido y que, si cumplen los requisitos del protocolo, como tener una determinada titulación y haber trabajado un cierto tiempo en otra empresa, pueden incorporarse a la compañía.

P. Entre finales de los ochenta y principios de los noventa llevaron a cabo una política muy activa en adquisición de empresas, ¿cómo lo valora con la perspectiva del tiempo?

R. Creo que ha sido una política acertada porque nuestros productos están en un mercado maduro y la única forma de crecer es mediante la compra de otras compañías siempre que tengan sinergias y que aporten valor. Las tres primeras adquisiciones las hizo mi madre; fueron empresas pequeñitas, una de café, otra de caramelos y una estuchadora de azúcar. En 1987 adquirimos Conguitos, que es compatible y al mismo tiempo competencia de Lacasitos. Luego en 1992 nos hicimos con Mauri, una empresa catalana que estaba en una posición un tanto delicada, pero que nos aportó una nueva línea de negocio porque ellos eran líderes en caramelos y nos abría un nuevo segmento de mercado. Con esta operación, abarcábamos ya todo el abanico de dulces, desde el chocolate hasta los caramelos y los turrones. Con ello se inicia una nueva etapa dentro de la compañía. La compra de Bombonera Vallisoletana (Uña), algo más tarde, también supone un paso adelante porque con ello entramos en el negocio de los bombones de alta calidad. El caso de la marca La Cibeles, o Chocolates del Norte como se llama la empresa, fue muy extraño porque alquilamos a un juez una empresa en quiebra. Los trabajadores instaron la quiebra y sin cobrar mantuvieron las instalaciones de modo que el juez decidió mantener la compañía y alquilárnosla. Más tarde la compramos porque nosotros estábamos justos de capacidad y con ello podíamos ampliar la producción para abastecer el mercado nacional e internacional.

P. ¿Piensan seguir comprando nuevas empresas?

R. Habitualmente tenemos una cartera con varias opciones en estudio. Ahora estamos en contacto con tres empresas españolas, pero en todo caso siempre sería para tomar el control. Hasta ahora todas las adquisiciones han sido del 100%.

P. ¿Por qué en los periodos de crisis aumentan sus ventas? ¿Es cierto que el chocolate actúa como antidepresivo?

R. Es verdad que a lo largo de la historia nosotros hemos registrado importantes crecimientos durante las épocas de crisis y la única explicación que se me ocurre es que, en esos momentos malos, la gente que se ve en apuros y deja de pagar la letra del piso sí puede, en cambio, reservar una pequeña cantidad de dinero para unas chucherías o para un poco de chocolate.

P. En determinadas épocas la empresa ha abarcado también el negocio del café, ¿piensan volver a él?

R. En la época en que vivía mi padre, había dos tostadores y se hacía café. Luego, cuando en el año 57 se hace el traslado a la fábrica nueva, la ubicación más cercana a la ciudad, surgen problemas de olores y se deja de hacer café. Más tarde, en la década de los setenta, se vuelve a iniciar otra vez la actividad, pero con una compañía diferente que se denomina Lacasa 2 y que estaba en una nave diferente, en un polígono industrial. Finalmente, como no teníamos sinergias, se decidió vender la empresa y ya no se vuelve a retomar. El café, además, es un mercado muy difícil y fluctuante, muy sensible a las Bolsas.

P. Sus marcas son muy conocidas en el mercado español, donde están implantadas desde hace tiempo, ¿eso hace más difícil el crecimiento?

R. En realidad, el crecimiento se hace por nuevos productos. El año pasado, por ejemplo, hemos sacado una barrita de Conguitos. Somos muy activos en lanzamientos porque es nuestra forma de crecer y porque, si no, entraríamos en regresión. En un negocio como el nuestro la investigación y desarrollo es fundamental.

P. ¿Y en cuanto a la entrada en nuevos mercados?

R. El año pasado se compró el 33% de la compañía francesa Port Marsell, especializada en caramelos muy artesanos y de alta calidad, lo que nos abre una nueva vía de crecimiento. Hay, además, unos acuerdos firmados que nos permiten adquirir la mayoría en unos determinados plazos y en función de unas condiciones. Esta operación también nos da la posibilidad de utilizar su canal de ventas para colocar nuestros productos en un mercado que es todavía más maduro que el español. En todo caso, en el área internacional, también tenemos proyectos para abordar otro tipo de alianzas o joint-venture.

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