Nadie invierte en contra de la tendencia
Credit Suisse afirmaba en su último informe de estrategia que se echa de menos en el mercado a alguien que se atreva a invertir a contracorriente, es decir, en contra de la tendencia. En otras etapas bajistas de los últimos años, los fondos de pensiones o las empresas de seguros de vida aprovechaban para invertir, con una perspectiva de largo plazo, cuando las cotizaciones caían significativamente. Ahora no.
La consecuencia primera de este cambio en el comportamiento de los institucionales es que la volatilidad del mercado se ha multiplicado de un tiempo a esta parte. Todos se mueven en la misma dirección, de modo que los precios fluctúan violentamente. La segunda consecuencia es que no hay dinero en el mercado ni se ve forma de salir de la crisis.
La interpretación de las novedades se ha vuelto mucho más simplista. En otro entorno, ante una nueva cifra empresarial o macroeconómica, los inversores tenían que templar su reacción por la posibilidad de que los ahorradores de largo plazo pudiesen más que los de corto. Ahora el único riesgo es no vender o comprar lo suficientemente deprisa. Como consecuencia, las reacciones son necesariamente exageradas.
¿Por qué no se invierte a corto plazo? En primer lugar, por la desconfianza en la economía y en los resultados empresariales. Y, en segundo lugar, porque los fondos de pensiones o aseguradoras están tocados en su línea de flotación. Sobre todo los seguros no pueden permitirse nuevas minusvalías y, de hecho, se ven obligados a vender a manos llenas para cuadrar sus balances.
El inversor final, el pequeño ahorrador, está igualmente escaldado. Por la importancia de las pérdidas y, especialmente, por la sensación de fragilidad e indefensión que ha dejado la crisis bursátil.
Unos y otros han dejado el camino expedito a los especuladores. Se buscan inversores.