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Viajes

Té y cricket en el Caribe

La llamaban Little England y es tal vez el territorio caribeño que más ha conservado la impronta británica. Sólo que, en vez de niebla, luce un sol permanente y las chimeneas coloniales jamás fueron encendidas

Han presumido siempre de ser lo más parecido a Inglaterra por estas latitudes y de no haber pertenecido jamás a otra potencia. Barbados fue descubierta primero por los portugueses, en 1536 -éstos le habrían dado ese nombre por unas raíces de higueras, colgantes como barbas-. Pero un siglo más tarde la isla seguía deshabitada, así que el capitán John Powell plantó estandarte británico y convenció a las autoridades de la metrópolis para que enviaran colonos. Luego, al introducirse el cultivo de la caña de azúcar, hubo que traer esclavos de África. Las leyes y costumbres fueron netamente inglesas y el Parlamento, instituido en 1639, resultó ser el tercero en antigüedad de la Commonwealth. La esclavitud fue abolida en 1834, en 1944 la mujer obtenía derechos civiles y en 1966 la isla conseguía la independencia.

Desde luego, en Bridgetown, la capital, se respira un aire netamente british. Los grupos de colegiales impecablemente uniformados desfilando a la salida de clase ante las ojivas neogóticas de la House of Assembly forman una estampa calcada de cualquier ciudad inglesa, excepto en el color de la piel. La estatua de Nelson fue plantada en la Trafalgar Square local treinta años antes de que lo mismo ocurriera en su homónima londinense, y la catedral (construida en 1789) es un clon de los templos británicos, con los muros alicatados de estelas y memoriales. Bridgetown, que congrega a la tercera parte de los barbadianos (ocupan la isla unos 260.000), tiene como centro líquido el Careenage, un brazo de mar que se cuela en medio de la ciudad a modo de lago, donde antiguamente se limpiaban y reparaban los cascos de las naves (a eso debe su nombre) y ahora flotan lujosos yates. En torno a este hall de entrada proliferan los bazares y tiendas libres de impuestos, donde los parroquianos de los cruceros funden con urgencia sus tarjetas de crédito: lo curioso es que lo que allí mercan europeos o japoneses son porcelanas danesas, cristalerías suecas, perfumes franceses o electrónica japonesa.

Paisaje humano

Para conseguir artesanía local y ver colores diferentes, hay que alejarse un poco, a los mercadillos periféricos. Entonces aparece otro paisaje humano decididamente poco formal: vendedores y transeúntes exhiben (des)peinados, tocados y atavíos de una fantasía inconmensurable; en cien metros de calle se podría hacer un catálogo de centenares de construcciones capilares tan obtusas como aparentemente impermeables. Esta rabiosa libertad caribeña contrasta con los residuos británicos. Y es que la población barbadiana es fruto de aluviones variopintos. Al principio, la metrópolis enviaba a penados, prostitutas y aventureros, pero también colonos libres que tras cinco o seis años de esfuerzo accedían al título de propiedad de las tierras trabajadas. A la inyección de esclavos para las plantaciones de caña ha seguido la emigración desde islas caribeñas menos afortunadas. El resultado final es esa mezcolanza tan colorista que, todo hay que decirlo, intimida un poco, no siempre sin fundamento.

En la costa occidental están las playas más resguardadas, las que le han dado fama de buen destino turístico. Si a Barbados se la llamó Little England y también Bimshire (como si fuera un condado más, Bim es el apelativo familiar para la isla), Speightstown, al norte de esta costa, recibió el apodo de Little Bristol. Y toda esa región norte, la más montañosa, se llama, claro está, Scotland. En la costa oeste, además de playas y hoteles, se encuentran los mejores fondos marinos y no hace falta arriesgarse para verlos, uno siempre puede embarcarse en el Atlantis y pasear por parques submarinos.

En el interior de la isla, de relieve suave y bastante verde, a pesar de la escasa (pero oportuna) lluvia, alternan las iglesias que parecen traídas piedra a piedra de la campiña inglesa con mansiones coloniales de plantaciones convertidas en museo o restaurante y factorías de caña de azúcar o de ron. El té de las cinco y la partida de cricket conviven felizmente con las rum shops (una institución) y los ritmos jamaicanos. La costa oriental es más áspera y bravía que la de poniente, y de hecho le sacan más partido los surfistas y regatistas que los bañistas. Pero ofrece a cambio paisajes marinos más complejos y algunas aldeas de pescadores, como Bathsheba y Cattlewash, que amplían brillantemente el registro de seducciones de esta ínsula feliz, tan caribeña y tan inglesa.

Localización

Cómo ir. Es éste un destino que suele incluirse en los cruceros por el Caribe, combinándolo con algunas otras islas de la región. Así, por ejemplo, Mundicolor ofrece un crucero de 13 días en el Dawn Princess, saliendo de Miami y tocando además de Barbados las islas de St. Maarten, Antigua, Santa Lucía y St. Thomas; el paquete incluye vuelo a Miami con Iberia y visita a la ciudad, estancia de hotel y pensión completa en el barco, así como traslados, seguros, etc; próximas salidas: 27 de febrero; precio por persona en cabina doble: entre 1.903 y 3.909 euros, tasas no incluidas. Otra propuesta para viajar a Barbados, también de 13 días y en el Dawn Princess, es salir de Miami y tocar Cayo Princess, St. Thomas, Dominica, Barbados, Isla Margarita y Curazao, con condiciones similares al anterior paquete; próximas salidas: 17 de febrero y 9 de marzo; precio por persona en cabina doble: entre 1.903 y 3.909 euros, tasas de puertos y aeropuertos no incluidas. Información: www.mundicolor.es. Travelplán ofrece un periplo de 9 días / 7 noches de crucero partiendo de Santo Domingo, y visitando, además de Barbados, las islas de Tórtola, St. Maarten, Guadalupe y Antigua. El precio por persona, incluyendo vuelo hasta Santo Domingo, crucero en pensión completa, traslados y seguros, oscila entre 1.800 y 2.460 euros más tasas. Próximas salidas: 23 de febrero, 9 y 23 de marzo y 6 de abril. En agencias. Costa Cruceros también ofrece un crucero de 10 días partiendo de Fort Lauderdale (Florida) y visitando además de Barbados, San Juan de Puerto Rico, St. Thomas, Antigua, Santa Lucía y St. Maarten. El precio oscila entre 1.160 y 1.545 euros por persona, sin incluir el vuelo hasta Florida: el paquete aéreo opcional ofrece el vuelo, apartamento/hotel en Miami y traslados por 950 euros por persona.

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