El Gobierno argentino trata de limitar el fortalecimiento del peso
El ministro de Economía, Roberto Lavagna, y el joven presidente del Banco Central, Alfonso Prat Gay, estudian la manera de profundizar en la liberación del mercado de cambios sin eliminar completamente los controles, pues temen quedarse sin instrumentos para contrarrestrar una futura especulación contra el peso.
El viernes pasado, el dólar cotizaba a 3,13 pesos. En abril del año pasado, en plena vorágine de la crisis desatada tras la suspensión de pagos y la devaluación de la moneda argentina en enero, el dólar había llegado a los cuatro pesos. En junio volvió a rozar ese valor. Desde entonces, una astringente política monetaria del Banco Central logró estabilizar el mercado monetario. En las últimas tres semanas, la caída del dólar frente al peso ha supuesto una pérdida del billete verde frente a la moneda local del 22%.
Lavagna, quien desde su toma de posesión en abril aseguró que no habría hiperinflación, sabía de qué hablaba. En el contexto de una economía paralizada, donde los mercados prácticamente desaparecieron y las importaciones cayeron abruptamente, el principal objetivo de la política oficial fue frenar cualquier conato inflacionario. El Banco Central no emitió pesos, utilizando los bonos provinciales como cuasimoneda para garantizar transacciones minoristas, al tiempo que comenzó a ofrecer Lebac (Letras del Banco Central) a tipos que llegaron al 60% en septiembre-octubre.
De esa manera, el ente monetario comenzó a captar las liquidaciones de dólares de los exportadores y a engrosar sus reservas. Los exportadores, por su parte, cambiaban los dólares por pesos y éstos por Lebac. Esterilización de moneda nacional en letras a cambio de altos tipos a corto plazo, pero renovables, fueron la clave del éxito de la política antiinflacionaria. Y aunque esos rendimientos financiero han descendido en los últimos dos meses, su nivel sigue siendo tan elevado que esta orientación se mantiene incólume.
Pero en la medida en que el real brasileño está perdiendo posiciones frente al dólar (el viernes la moneda estadounidense cotizaba a 3,57 reales), el principal mercado de las exportaciones argentinas peligra. Prat Gay y Lavagna se reunieron la semana pasada para encontrar una solución al problema que su propia política ha creado. Con las importaciones en mínimos, una masa monetaria reducida y exportaciones subiendo, la única manera de frenar el ascenso del peso es liberalizar el mercado de cambios.
Esta idea, que se adecúa a las exigencias del Fondo Monetario Internacional (FMI) que desde el año pasado está pidiendo que Argentina vuelva a la libre movilidad de capitales, es sin embargo muy peligrosa. 'Nadie puede asegurarnos que esta vez tendremos éxito si profundizamos en la liberalización', dijo un alto cargo del Banco Central.
Esta afirmación cobra sentido, ya que, en el marco de una economía paralizada y con altos tipos ofrecidos por el propio Banco Central, una mayor libertad para los capitales podría derivar en un cierto flujo de inversiones especulativas que podrían tener el efecto contrario al buscado. Pues un mayor ingreso de capitales y la continuidad de la esterilización del peso vía emisión de Lebac seguiría fortaleciendo la moneda nacional y, al mismo tiempo, incrementando el endeudamiento del Banco Central con los tomadores de títulos.
Por otra parte, si el peso sube mucho, y por ende los tipos caen, puede generarse un movimiento de salida de capitales que podría disparar nuevamente el valor del dólar. Y en ese caso, si se liberaliza en extremo, el Banco Central no tendría cómo hacer frente a esa eventualidad.
Mientras tanto, las exportaciones amenazan con resentirse pues el real se desploma frente al dólar y eso encarece las importaciones brasileñas procedentes de su socio del Mercosur. En el fondo de la paradoja monetaria argentina se encuentra una economía paralizada y una situación política sin salida a corto plazo.