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Tribuna
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Una inclinación excesiva

No pretendo, en una cuestión tan seria como una guerra, frivolizar, pero no termino de comprender las razones últimas que animan a nuestro presidente del Gobierno para ir más lejos que nadie en su apoyo a las posiciones más radicales de la Administración republicana que ostenta el Gobierno de EE UU.

Creo sinceramente que la posición del presidente Aznar se ha inclinado excesivamente del lado de los halcones y del sector más conservador de la Administración republicana. Las ya célebres inclinaciones ceremoniosas del entonces ministro de Exteriores Piqué recibiendo al presidente Bush en el aeropuerto de Barajas parece ahora que no eran sino el preludio de un comportamiento político de nuestro Gobierno, empeñado en pasar a la historia como el más belicista desde la transición.

Hasta ahora se han ido produciendo sucesivas tomas de postura de los distintos Gobiernos europeos acerca de la conveniencia de evitar a toda costa una guerra unilateral fuera del cuadro de las Naciones Unidas. Especial importancia tiene el dato de que en este momento hay cuatro países europeos relevantes que son miembros del Consejo de Seguridad. Reino Unido y Francia, miembros permanentes, Alemania y España, miembros no permanentes durante los dos próximos años.

Francia y Alemania se han manifestado claramente al respecto, si bien el canciller alemán ha sido el más explícito: aun con una segunda resolución, Alemania no participará con ningún soldado y no saldrá un euro del Presupuesto alemán para financiar los gastos de una eventual guerra. Francia ha matizado su posición exigiendo una segunda resolución que dé cobertura a la guerra contra Irak; sólo en este caso los franceses se plantearían su participación. Incluso el propio Tony Blair, el verdadero socio privilegiado de EE UU, se ha movido de su posición inicial admitiendo que su objetivo será consensuar una posición común y obtener una segunda resolución del Consejo de Seguridad; sólo en el supuesto de que un 'veto irresponsable' lo impidiera el Reino Unido se sumará a una guerra unilateral que hará junto con EE UU.

España, el presidente Aznar, aparentemente lo tiene muy claro: con cobertura internacional de la ONU o sin ella, el Reino de España acompañará a EE UU en su guerra contra Irak. No hay matices, no hay posiciones intermedias. Todo está claro: nuestra relación con Washington se ha convertido en el eje fundamental de nuestra política exterior; el resto ya empieza a ser secundario o al menos supeditado a las necesidades de esta nueva situación.

El tema se complica en la medida en que, dada la gravedad y la envergadura del problema, la mayoría de los presidentes y primeros ministros europeos han tomado la precaución de acudir a sus Parlamentos para protagonizar sendos debates y definir la posición de sus Gobiernos respecto a la crisis iraquí.

Aquí, en la Villa y Corte de Madrid, el Congreso de los Diputados viene reclamando la comparecencia del presidente Aznar para tal menester. Parece inútil. Nuestro presidente no está dispuesto a perder su tiempo con estas 'chiquilladas', y entiende que tiene cosas más importantes que hacer que discutir con los políticos de la oposición, que son capaces de decir 'cualquier cosa'.

Incluso cuando el propio Papa califica la guerra de 'injusta' y la sutil diplomacia vaticana se emplea a fondo para desactivar la guerra unilateral que desea la Administración republicana, desde las filas populares no se pestañea y nos cuentan amablemente que estas cosas pasan porque Wojtyla es ya un anciano testarudo que no se entera de nada. En el mundo sólo quedan dos referencias sólidas que tienen muy claro lo que hay que hacer contra el terrorismo internacional: en América, Bush; en Europa, Aznar.

¿Y la opinión pública española? Iniciada la ofensiva mediática de la dureza contra el terrorismo y del conservadurismo 'sin compasión', terminaremos escuchando -ya se hace sotto voce- que iremos a la guerra contra Irak porque así terminaremos antes con la ETA gracias al apoyo de EE UU. Sabiendo que los españoles están hartos del terrorismo etarra, se trata sólo de hacerles comprender que, inclinándose definitivamente del lado de Bush, dominaremos más fácilmente a los asesinos de la banda terrorista.

Esto es mucho más la agenda electoral que están fabricando los populares que un problema de valores y de política exterior. Pero da igual, ya se encargarán los telediarios de darle la vuelta a la percepción negativa que los españoles tienen de este problema.

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