La reforma que nunca existió
Amedida que las empresas del S&P 500 presentan los resultados de cierre correspondientes al cuatro trimestre de 2000, cunde la idea entre los profesionales del mercado de que las reformas emprendidas por la Administración Bush en verano tras los escándalos contables no han servido para gran cosa.
El regulador estadounidense acaba de poner el grito en el cielo recordando a las empresas cotizadas que no presenten cuentas pro forma y que construyan los balances como mandan los cánones, es decir, de arriba abajo y no al revés. Respecto a la contabilidad creativa, muchas compañías mantienen los vicios de antaño y aprovechan el saco del 11 de septiembre para ocultar y exagerar partidas claves.
En 2002 se acordó, asimismo, que los analistas y los bancos de inversión no pueden ser juez y parte. O analizas u operas en Bolsa, pero no ambas cosas a la vez, que es lo que ha sucedido desde siempre. A los analistas se les establece una serie de condiciones a la hora de recomendar. En los primeros compases de 2003 se ha hecho bueno aquello de 'donde dije digo digo Diego', porque los paneles de información vuelven a aparecer repletos de recomendaciones de los analistas y fijación de precios objetivo, es decir, la misma canción de antaño.
Poco se ha avanzado, por tanto, en lo que algunos denominan democratización de los mercados financieros. Los fastos del verano, tan aplaudidos por Wall Street, que es lo mismo que decir por los bancos de inversión que son los que dirigen la situación, se han quedado en eso. Un recuerdo para la historia, porque los usos y costumbres no han cambiado.
Por eso, los sabios recomiendan mucha cautela a la hora de seguir los resultados de las empresas que cotizan en Wall Street, porque en algunos casos no son los que se publican.